TIENES UNA INVITACIÓN (Capítulo XIII. Nuestra Vocación es la libertad)

 TIENES UNA INVITACIÓN

 Nuestra Vocación es la libertad

 


¿Quien está dispuesto a comprometerse con Dios? Comprometerse pocos, creer en Él sí, pero poco más. Sin compromiso no hay encuentro con el Señor, es como querer aprender de una materia pero sin estudiar, simplemente contemplando el lomo de los libros en la estantería. O pretender conocer a alguien sin tener ningún tipo de relación con él o ella, simplemente saber de oídas.

     Eso es lo que le pasa al hombre de hoy, que sólo conoce a Dios de oídas, un hombre que tiene miedo a los compromisos, una sociedad que tiene miedo a la fidelidad del matrimonio, al sacrificio y entrega que supone tener hijos, a llevar una amistad sana y constante con las personas. Una sociedad que ante todo y sobre todo busca el bienestar, que parece que ya no le queda sitio a Dios. ¿Cómo hablar de lo que no se conoce? Es como tener en nuestra mesa una invitación para una boda y no ser capaz ni de abrir el sobre, porque no nos interesa, es el desprecio al novio en la invitación para la boda del amor: “Dichoso el que pueda participar en el banquete del reino de Dios” Lucas 14, 15.

     Es lo que llamamos la indiferencia religiosa ante la propuesta del Padre, nosotros inevitablemente somos hijos de nuestro tiempo, y somos de alguna manera víctimas de esta forma de actuar y vivir en lo que se trata nuestra relación personal con Dios. Nos da miedo abrir el sobre de la invitación, porque a lo mejor no nos sentimos capaces, o nos da miedo morir a nuestras cosas, a nuestras ataduras. Si nos creyéramos bien la invitación a la fiesta no tendríamos miedo, porque se cumpliría en nosotros la parábola de la perla preciosa, que el que la encuentra ya no le importan las demás. Eso es precisamente la vocación, la perla preciosa que lleva impresa en ella nuestro nombre y aquello para lo que hemos sido creados.

 Javier Abad Chismol 

 


 

Comentarios

  1. De los que no creen se puede esperar pero de los que creemos? No nos fiamos, no confiamos en nuestro Dios! Es muy curioso. . . Ni nos ponemos el traje de fiesta que Él mismo nos proporciona!

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