SEGUIR EL PLAN DE DIOS, VI Domingo del Tiempo Ordinario C-2019



En la vida podemos fiarnos de nosotros, fiarnos de los demás o fiarnos de Dios, el profeta Jeremías nos dice lo que dice el Señor, habla del bien y del mal, de la bendición y de la maldición, o todavía más sencillo, nos lleva a descubrir las consecuencias de actuar mal y de actuar bien, ¿Qué queremos escoger? ¿En qué lado queremos estar?

Apartemos de nuestro corazón todo aquello que no nos deja ser felices, en esos engaños que nos hacen creer de manera errónea donde está el fin del hombre o su ficticia y efímera felicidad, con Dios podemos quitar la máscara al engaño. Amar, creer y confiar en el Señor es tener bien afianzadas nuestras raíces.

Apostemos por la verdad, por la confianza, y como el hombre vence la muerte porque Jesús resucitó por nosotros y nos abrió la puerta para la vida eterna, y murió por puro amor, y lo hizo para abrirnos el camino, es decir, de dónde venimos, quienes somos, hacia donde vamos y el porqué del ser del hombre y su lugar en el mundo.

El Señor se acerca a la multitud, para decir donde está la felicidad, y como podemos encajar todo lo que de por si nos trae la vida. Son las Bienaventuranzas, el plan programático de Jesús que rompe los esquemas del mundo, un hambre que quedará saciada, una tristeza que se convertirá en alegría, saber encajar el odio de la gente, la rabia o la maldad, el insulto, en ocasiones por razón social, de raza, de religión, prejuicio o de política, la justicia verdadera triunfará sobre el mal y sobre la corrupción, porque nadie es más fuerte que el Señor, ¡quien como Dios!

Pero al igual que el bien tiene consecuencias el mal también las tiene, son las consecuencias de nuestras decisiones, son las bienaventuranzas y las lamentaciones. Que siempre tengamos la gracia de poner siempre en primer lugar en nuestra vida la verdad de Dios y su bendición.

Javier Abad Chismol


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