Domingo XI del tiempo ordinario Ciclo B


VENGA A NOSOTROS TU REINO



El profeta Ezequiel habla del amor a su pueblo, como es el pueblo elegido de Dios, se manifiesta como Dios, Israel como Pueblo de Dios. Hace florecer el árbol seco, como tierra reseca que recibe el agua, el agua pura que purifica de nuestras inmundicias e idolatrías, es el decir Si a Dios, o el huir de Dios, es estar reseco o florecer teniendo vida.

No tenemos que ser esclavos de las cosas del mundo, ni de nuestro cuerpo, porque nuestra existencia terrena muchas veces nos aleja de Dios, y queda relegado lo espiritual, debemos esforzarnos por agradar a Dios para estar liberados del pecado, no podemos olvidar que tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo para recibir cada cual por lo que haya hecho mientras tenía este cuerpo, sea el bien o sea el mal.

Es la venida del Reino de Dios, que se manifiesta de una manera pequeña y discreta, es como la semilla que se echa en la tierra, y va creciendo y germinando sin saber cómo, de una manera sencilla, salen los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega.

Tenemos que vivir la vida, y aunque parezca que decir si a Dios es renunciar, o morir, realmente es la vida, morir para vivir, es como ese grano de mostaza que aunque es pequeño e insignificante cuando crece se hace uno de los árboles más grande.

Tenemos que vencer la tentación de creernos autosuficientes, de que podemos vivir al margen de Dios o sin Dios, porque si así lo hacemos somos como la tierra reseca y agrietada en donde no puede crecer nada.

Tenemos que esforzarnos en complacer a Dios y descubrir su voluntad en nuestras vidas, es poder encontrar nuestro lugar en el mundo, y por eso daremos fruto cuando seamos capaces de ver a Dios, de apegarnos a lo bueno y de alejarnos de lo malo, y eso lo descubrimos por la gracia de Dios que habita en nuestros corazones.

Por ello invocamos que venga a nosotros su Reino, y que el grano de mostaza germine en nosotros para que podamos transmitir a los demás la grandeza de Dios.

Javier Abad Chismol

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