EL SEÑOR ME LIBRARÁ




FUI LIBRADO DE LA BOCA DEL LEÓN





El Señor escucha al afligido, el Señor nunca abandona al pobre, al que sufre las injusticias de este mundo, aquel que es víctima de los egoísmos humanos. Nuestro corazón no puede vivir sin Dios, no puede dejar de cumplir los mandamientos, si lo hace se destruye, renuncia a la condición de ser Hijos de Dios y por lo tanto renuncia al verdadero amor.

El Señor quiere la justicia, nos manda las leyes que permiten que nuestra sociedad sea justa, es la invocación al Señor que nos escucha, que nos saca de las maldades de este mundo, y si no nos puede sacar, hace que podamos contemplarle desde este valle de lágrimas y alcancemos la plenitud en el sufrimiento y la persecución.

San Pablo se siente angustiado por la persecución, siente que su vida es como una carrera que llega a su fin, porque sus enemigos le están acorralando, es la carrera de la vida cuya corona es el martirio. Pablo ora, como el pobre, suplica como el orante, pide perdón por sí mismo y por sus perseguidores, para que Dios se apiade del ignorante sin escrúpulos que ha caído en manos de la soberbia de eliminar al único Dios, para convertirse en un dios menor.

Que nuestra oración sea pura y auténtica, cuanto más cerca estemos de Dios Padre más conscientes seremos de nuestro pecado y de todo lo que nos queda aún por vivir en esta vida, no como el publicano de la parábola que se sentía perfecto en todo y miraba a los otros por debajo del hombre.

Vivimos en la sociedad del maquillaje, de la soberbia que esconde el pecado, el mal y las intenciones oscuras, pidamos al Señor un corazón puro, humilde y sencillo, capaz de perdonar, de amar, de perdonar, de reconocer la culpa, sabiendo que Él nunca desprecia un corazón pobre y humillado.


ACOGE A TU SIERVO SEÑOR



Javier Abad Chismol

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