CIEGO BARTIMEO



EL SEÑOR CONSUELA A SU PUEBLO

Semana XXX del Tiempo Ordinario (B-2012)


El Señor viene a redimirnos y darnos el consuelo ante el duro combate de la vida, no nos puede librar del sufrimiento, de la lucha, pero si puede ayudarnos a sobrellevar las cargas de la vida, convirtiendo la lucha en esperanza y en consuelo.
El profeta nos anuncia un nuevo Éxodo, que salgamos de nosotros mismos, del absurdo en que muchas veces nos encontramos, para mirar hacia donde hay que mirar, a caminar  hacia la plenitud y la salvación, somos y debemos ser hombres y mujeres nuevos cuando descubramos el sentido de nuestro vivir y de nuestro existir.
Para ello Dios Padre ha escogido a hombres, a profetas, a sacerdotes para que orienten al Pueblo de Dios, se convierte en parte de la Iglesia en camino, peregrinante que camina unida para descubrir la esencia de cada uno de nosotros, que aspira a la salvación pero que se unifica en todos nuestros hermanos, caminar unidos siendo únicos a los ojos de Dios, nos salvamos salvando, nos salvamos reconociendo al Salvador y llevándolo a conocer a todos nuestros hermanos.
El sacerdote se convierte en el mediador, entre Dios y los hombres, no porque sea mejor, sino porque ha sido escogido y llamado por el Señor para cumplir una misión concreta, la invocación al Espíritu y su sacrificio, siendo pecador como otros para poder apiadarse de todas las debilidades humanas.
Tenemos que ser como el ciego que quería ver, que quería tocar a Jesús, que sabía que solo él podría devolverle la vista, clama compasión, se reconoce débil y ciego, el Señor se apiada y le recobra la vista, no por buen ismo, lo hace por la fe que es la que salva y la que nos redime.
Javier Abad  Chismol

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