EFFATHA



DIOS CURA Y SALVA
Semana XXIII del Tiempo Ordinario (B-2012)



Decid a los cobardes, “Animo no temáis”, nos trasmite el Profeta Isaías, nos dice que estemos en pie y alerta, que no nos desmoralicemos a pesar de la dificultad o del abandono aparente de Dios, que sepamos sobrepasar las limitaciones de nuestra condición humana, porque el Señor hará que venzamos y que superemos a nuestro enemigo.
Se despegaran los ojos de los ciegos, los oídos del sordo se abrirán, brincara el cojo, la lengua del mudo hablará, habrá agua en el desierto, en definitiva Dios viene a dar una nueva vitalidad a la humanidad, a superar los miedos y des mascarar al enemigo.
Cuando estamos lejos del Señor somos como tierra reseca, como en el desierto, somos ciegos porque no vemos la verdad, porque no vemos al Señor, cojos porque no caminamos, porque no avanzamos en nuestra vida, porque andamos perdidos e impasibles, y mudos porque no hablamos de la verdad, porque callamos sumergidos en nuestra propia mentira.
 Y ver, es mirar con los ojos de la fe, del cariño del amor, y para ello tenemos que romper los prejuicios humanos, aprender a pensar como Dios, no como los hombres, valorando lo que el Padre valora, que es el amor a los pobres, a los necesitados, a los cojos, a los ciegos, a los que tienen hambre y sed, a los que están perdidos por el desierto de la vida. Escojamos la pobreza y la misericordia de Dios, hagámonos pobres y seremos ricos, y convirtiéndonos en trasmisores del Evangelio, de la verdad plena que nos conduce a la libertad, que rompe las cadenas que nos esclavizan y que nos convierte en tullidos inertes que pueden avanzar.


No nos creamos nunca mejor que los demás, sintamonos pobres y necesitados de Dios,  así seremos personas plenas. Jesús se acerca a nosotros, aquí y ahora toca nuestros oídos y nuestros labios, nos dice; “Effatha” (que significa ábrete), se nos capacita para recibir su Palabra, para escucharla para luego poder proclamarla y trasmitirla a todos nuestros hermanos.

Javier Abad Chismol



Primera lectura
Los oídos del sordo se abrirán, la lengua del mudo cantará
Lectura del libro de Isaías (35, 4-7a)

Decid a los cobardes de corazón:

«Sed fuertes, no temáis.
Mirad a vuestro Dios que trae el desquite,
viene en persona, resarcirá y os salvará»

Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán,
saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará.

Porque han brotado aguas en el desierto, torrentes en la estepa;
el páramo será un estanque, lo reseco un manantial.

Palabra de Dios


Salmo responsorial
Sal 145, 7. 8-9a. 9bc- 10

R. Alaba, alma mía, al Señor.

Que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos. R.

El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos,
el Señor guarda a los peregrinos. R.

Sustenta al huérfano
y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad. R.

Segunda lectura
¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres para hacerlos herederos del reino?
Lectura de la carta del apóstol Santiago 2, 1-5

Hermanos míos:

No juntéis la fe en nuestro Señor Jesucristo glorioso con el favoritismo.

Por ejemplo: llegan dos hombres a la reunión litúrgica. Uno va bien vestido y hasta con anillos en los dedos; el otro es un pobre andrajoso.

Veis al bien vestido y le decís: «Por favor, siéntate aquí, en el puesto reservado.» Al pobre, en cambio: «Estáte ahí de pie o siéntate en el suelo.»

Si hacéis eso, ¿no sois inconsecuentes y juzgáis con criterios malos?

Queridos hermanos, escuchad: ¿Acaso no ha elegido Dios a los pobres del mundo para hacerlos ricos en la fe y herederos del reino, que prometió a los que lo aman?

Palabra de Dios.

Aleluya
Mt 4, 23

Jesús proclamaba el Evangelio del reino,
curando las dolencias del pueblo.

Evangelio
Hace oír a los sordos y hablar a los mudos
Lectura del santo evangelio según san Marcos 7, 31-37

En aquel tiempo, dejó Jesús el territorio de Tiro, pasó por Sidón, camino del lago de Galilea, atravesando la Decápolis. Y le presentaron un sordo que, además, apenas podía hablar; y le piden que le imponga las manos.

Él, apartándolo de la gente a un lado, le metió los dedos en los oídos y con la saliva le tocó la lengua. Y, mirando al cielo, suspiró y le dijo:

- «Effetá», esto es: «Ábrete.»

Y al momento se le abrieron los oídos, se le soltó la traba de la lengua y hablaba sin dificultad.

Él les mandó que no lo dijeran a nadie; pero, cuanto más se lo mandaba, con más insistencia lo proclamaban ellos. Y en el colmo del asombro decían:

- «Todo lo ha hecho bien; hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»

Palabra del Señor





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