TIENES UNA INVITACIÓN. EN EL DESIERTO DE TU CORAZÓN-I (2008)

 

JAVIER ABAD CHISMOL 

TIENES UNA INVITACIÓN

EDICEP  C.B. (2008)

 

EN EL DESIERTO DE TU CORAZÓN-I

 


     La experiencia de la vocación sale de lo más profundo de nuestro corazón, es un encuentro que nos invita a salir de la quietud de la que hablábamos antes. ¿Dónde aparece esa llamada que nos impulsa a ponernos en marcha? Bien podríamos decir que esto se produce en el desierto de nuestro corazón.

     El desierto es el clima y lugar apropiado para provocar esa llamada, es el punto de partida en el que toda vocación se pone en marcha. El desierto es soledad, aridez, pobreza, en definitiva es un lugar duro y no exento de fuertes dificultades, por este motivo es el lugar deseado por Dios para tocar nuestro corazón[1]

     La voluntad de Dios es llevarnos a un lugar tranquilo, para encontrarnos con Él en el silencio, en un sitio de intimidad y recogimiento, bien nos sirven para este capítulo las palabras santas del profeta:

 “La llevaré al desierto y le hablaré al corazón”.   Oseas 2, 4.

     ¿Cuál es el desierto de cada uno? El desierto es lugar de dolor, de sufrimiento, es el encuentro con nosotros mismos, es la soledad desgarrada en donde no tienes donde agarrarte. El hombre se encuentra solo, una soledad que no sabe como llenar o como vencer. La soledad da miedo, porque puede producir tristeza. Me viene a la mente esos momentos tan marcados, que seguro tenemos todos en la vida, en donde una sensación de inquietud y de temor nos invade. Una fuerza que te atrae y te atrapa y te lleva al desierto de tu soledad, te aparta del mundo y es Dios mismo el que se manifiesta en un marco de recogimiento y de silencio[2].

     Es verdad, el encuentro personal con Dios da miedo e incertidumbre[3], es algo que se escapa a nuestra torpe razón, no acabamos de entender que es lo que nos pasa; algo se mueve en mi interior pero no soy capaz de poder entender. Nuestro mundo es pragmático y funcional, y el encuentro con Dios no entra dentro de esos presupuestos, por este motivo fundamentalmente se hace tan difícil explicar al hombre de hoy el sentido de la vocación, ¿cómo explicar el sentido de un encuentro con la divinidad cuando eso para la gran mayoría no existe?

     Y no ya tan sólo para aquellos que rechazan hoy en día ese encuentro en el desierto. Muchas personas que están vinculadas a la Iglesia se plantean esas cuestiones sólo para los que se sienten llamados por Dios a una vida religiosa o sacerdotal. ¿Cómo entender el misterio de la llamada? En muchas citas de la Biblia o de los Santos Padres de la Iglesia se demuestra la existencia de este encuentro tan peculiar que se produce en el corazón de cada hombre. Porque vuelvo a matizar que la vocación no es algo exclusivo de las personas consagradas. Durante mucho tiempo se ha querido hacer exclusiva la vocación para una parte privilegiada y elegida del pueblo de Dios. Yo, desde estas líneas, afirmo firmemente mi creencia en la llamada a la vocación universal del hombre, como bien lo especificó el Vaticano II en la Lumen Gentium (13): “Todos los hombres son llamados a formar parte del nuevo Pueblo de Dios”. La Iglesia se percata de la necesidad de una llamada al desierto de cada uno de los hombres rompiendo la barrera de las clases, recordando la afirmación de Jesús de romper unos valores totalmente humanizados “mi reino no es de este mundo”[4]; para Dios no hay privilegiados, ni grupos de llamados mejores unos que otros, todos somos iguales ante los ojos de Dios, nuestra llamada concreta no determina una preferencia de Dios entre nosotros. Es éste un momento de la historia en el que hay que insistir en la importancia de que cada hombre es llamado por Dios a entrar por la gran puerta de la salvación[5].



[1] C. f. Dt 8,2; C. f. Sal 107, 4-6 . 35-37: [2] C. f. I Re 19, 3-14;[3] C. f. Ex,20, 18-19; C. f. Mt 17, 6-7

[4] Jn 18, 36.; [5] C. f. I Tim 2, 4

Comentarios

  1. Quizá tenemos un concepto equivocado de Dios. . . Cuánto nos sigue enseñando D Javier, nos sigue mostrando al verdadero Señor!

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