MIRAD A MI SIERVO, AL
QUE PREFIERO
El Señor comienza su andadura, su manifestación pública a las
gentes. Es la envestidura mesiánica de Cristo. Empezamos el tiempo ordinario,
es el principio de la predicación y la manifestación de los signos de los
tiempos.
Jesús pasa de nuevo por uno de tantos, pero ¿si no cometió
pecado porque debe ser bautizado? El Bautismo de Juan purificaba del pecado,
pero no era pleno, carecía de la fuerza del Espíritu Santo, el por qué, es muy
sencillo, quiso desde el principio manifestar que era el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, es decir, que Él
iba a cargar con nuestros pecados, y estaba dispuesto a pasar por un pecador,
vivir en pobreza y morir como un delincuente, ese es el amor fraterno de la
generosidad y la entrega.
Para Jesús este acto supuso el fin de una vida en silencio y
el inicio de su actividad mesiánica. Es el cumplimiento de la profecía del “siervo de Yahvé”, el será el que
promoverá la justicia, curará de las heridas, y nos librará del poder de las
tinieblas y del pecado.
En el mensaje de salvación no hay distinción de personas, es
una oportunidad para toda la humanidad, cualquiera que siga el derecho, la
justicia y obre el bien puede alcanzar la plenitud y la felicidad.
Jesús de Nazaret fue quien Dios ungió con el Espíritu Santo y
poder. El pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos.
Hoy escuchamos las palabras del Padre en el bautismo del Hijo
en el Jordán:
“ESTE ES MI HIJO AMADO,
ESCUCHADLE”
Javier Abad Chismol
Párroco
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