II DOMINGO DE PASCUA O DE LA DIVINA MISERICORDIA. UN SOLO CORAZÓN “SEAMOS CREYENTES Y NO INCRÉDULOS”
UN SOLO CORAZÓN
“SEAMOS CREYENTES Y NO
INCRÉDULOS”
Un solo corazón, una sola alma tenían los primeros seguidores
de Jesús, les inundaba una generosidad y comprensión de unos a otros, eran
conscientes de que el amor de Dios se plasma en el amor al prójimo, en la
comprensión y el respeto.
Nos tenemos que interpelar cada uno de nosotros si realmente
amamos, si somos capaces de no juzgar, si nuestras comunidades cristianas son
realmente testimonio del resucitado y de la misericordia, o por el contrario
nos inunda la crítica, la falta de comprensión, el protagonismo y mi “yo” por
encima de todo. Tenemos que ser testimonio del amor de Jesús, que se nos
entregó por puro amor en la cruz, y por puro amor resucitó después de bajar a
los infiernos.
Invitación a la generosidad, al respeto, que podamos hacer
una comunidad fraterna, a saber lo que vivimos
y procesamos, que después de renovar nuestra fe en la Solemne Vigilia
Pascual, podamos renacer de nuevo al amor de Dios, no creernos absolutos, o
convertidos, sino sentirnos parte de un proyecto comunitario que es la Iglesia.
Demos gracia al Señor porque es bueno, porque es eterna su
misericordia, porque su amor no tiene límite, y nos ama como no merecen
nuestras culpas.
Solo amamos a Dios de verdad si cumplimos los Mandamientos,
sino lo hacemos realmente somos unos mentirosos, ¿puedo decir que amo a Dios si
odio a mi hermano? No lo hare mientras sea intransigente, mientras busque el
fallo del otro y me regocije con el error o las limitaciones de los demás.
Necesitamos de la misericordia de Dios para que nosotros
podamos ser misericordiosos, de esta manera venceremos al mundo y a su
corrupción, a aquello que nos aleja de Dios, y de aquellos que diciendo que son
creyentes sus obras son fruto de las tinieblas.
La Paz de Jesús llega a nosotros como llegó a los discípulos
cuando se les apareció, y esa paz inundó sus vidas y sus corazones, es la
alegría del encuentro con el resucitado, de aquel que ha vencido la muerte y el
pecado.
Jesús enseñó las manos y el costado, pero Tomás que no estaba
no creyó, dijo: «Si no veo en sus manos
la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no
meto la mano en su costado, no lo creo.»
Cuando Jesús a los ocho días se apareció, y si que estaba
Tomás, Jesús le dijo: «Trae tu dedo, aquí
tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo,
sino creyente.»
Estamos llamados a ser creyentes, a confiar en el Señor, y
que la divina misericordia del Señor inunde la faz de la tierra.
¡Dichosos los que crean sin haber visto!
Javier Abad Chismol
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