ESCUCHAR A LOS PROFETAS,
NO CERRAR EL OÍDO
De muchas formas y de muchas maneras Dios ha hablado al
hombre a través de los profetas, de los hombres de Dios, de los hombres del
Espíritu, Dios no ha dejado nunca al hombre, lo que ha dejado el hombre es de
escuchar la voz de Dios, porque no le ha interesado, porque le desinstala de su
comodidad y de su apatía, pero el espíritu de Dios nunca ha dejado de soplar.
La ira de Dios no es otra cosa que la consecuencia del pecado
y del alejamiento de la verdad, porque haciendo un mal uso de la libertad es el
género humano el que se equivoca y se convierte en su propio verdugo, porque
los mandamientos de la Ley de Dios no son capricho para oprimir, sino que es
para que alcance su plenitud y se libere de las cadenas que no le permite ser
libre y desarrollarse en su totalidad.
Hoy experimentamos la alegría que sintió el Pueblo de Israel
cuando fue liberado de la cautividad de
Babilonia, Dios a pesar de nuestros pecados es misericordioso, y eso nos debe
llenar de alegría porque siempre tenemos posibilidad para redimirnos de
nuestros pecados.
Pero Dios es rico en misericordia, por el gran amor que nos
tiene, porque estando muertos por nuestros malos actos a causa de nuestros
pecados y de nuestros delitos, nos vivificó junto con Cristo, por la fe y por
la gracia hemos sido salvados.
Así como Moisés levanto la serpiente en el desierto para
salvar al pueblo de las picaduras de la serpiente, de la corrupción del pecado,
de nuestra infidelidad, así será levantado el Hijo del hombre sobre la cruz,
para que sea bandera discutida para redimirnos de nuestros pecados, porque
muere y se entrega por nosotros, es el antídoto para la picadura de serpiente,
que son nuestros pecados.
El que cree en Cristo acepta la redención, y lo hace con la
alegría que se siente al ser perdonado y salvado, es la experiencia de la
entrega por amor, mucha veces sin merecerlo.
La luz vino al mundo, y el mundo la rechazo, todo el que hace
mal aborrece la luz, la luz des mascara al pecado y al maligno. Hagamos que la
luz de Cristo alumbre nuestro corazón, nuestras vidas, preparémonos para la
Pascua del Señor, para la remisión de nuestra culpa, abiertos a la esperanza y
a la misericordia.
Javier Abad Chismol
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