VUELVE A ECHAR LAS REDES
Al comenzar a escribir este capítulo me vienen a la mente circunstancias de mi vida en las que me han entrado ganas de tirar la toalla. Muchos pueden ser los motivos que nos pueden empujar al desánimo, a la desilusión de no entender. No he querido dejar este capítulo para más adelante, las mayores crisis vienen con el fracaso, en la derrota.
Dios llama, pero ¿dónde?, ¿a qué? Esa era una de las cuestiones que más me atormentaban, sientes una inquietud en tu corazón, esa inquietud te lleva al recogimiento, al desierto, a la quietud, en definitiva a plantearte que es lo que Dios te está pidiendo. No olvidemos que la vocación es una interpelación que Dios hace para que uno se plantee el sentido de su existir y actuar. ¿Qué pasa cuando me siento interpelado pero no sé a qué?
Voy a narrar mi pequeña experiencia personal por si puede ayudar, Dios sabe lo que me costó encontrar y descifrar lo que Él quería para mí. Era una lucha constante entre la voz interior de Dios y mis apetencias, deseos y proyectos en esta vida. Mi gran esfuerzo era poder hacer compatible mis proyectos con los de Dios, en definitiva lo que pretendía era que Dios se adaptara a mí.
Mi pretensión era muy ambiciosa y optimista, pero pronto empecé a descubrir que mis caminos no eran los de Dios. Él me amaba y era paciente, no importaban mis excusas, que además tengo que reconocer era un experto para ponerlas. Si algo hay que tener claro es que Dios no se cansa nunca de esperar y de amar.
Decir que tengo una vocación tardía sería falso, no es cierto que los niños no puedan ser llamados por Dios, o que la verdadera vocación solo se pueda dar en un adulto. La semilla de la vocación, y el sueño de Dios para todos está depositado en nuestro interior desde el principio de nuestro existir. Dios no tarda en fijarse en cada uno de nosotros, y no me refiero sólo a los religiosos y sacerdotes, me refiero a cada uno de los hijos de Dios. La mayor labor que tenemos es la de la búsqueda, la de averiguar qué es lo que Dios nos propone como el mejor camino para nuestra salvación y para cada uno de los que nos rodean.
Recuerdo la primera vez que sentí una especie de invitación a no se muy bien qué: en mi interior sentía que Dios o una fuerza extraordinaria se dirigía a mí, me seducía, y me interpelaba, no entendía nada, pero sí que experimentaba en mi corazón el amor de un Padre que me amaba, un Padre que sí que estaba ahí siempre, que me escuchaba y me quería. . Tenía 12 años, esa invitación se vislumbraba como algo fuerte y exterior a mí, pero mi pregunta interior era ¿qué es lo que siento en mi corazón, en mi interior, en lo más dentro de mí...
…La vocación no suele ser acudir donde uno cree que es el lugar o el tipo de vida, hay que dejar que Dios en su infinito misterio nos vaya revelando su santa voluntad.
Javier Abad Chismol
Yo es que no me planteo altas cumbres. Cuando Dios quiera que se manifieste. O mejor dicho, cuando mi estado de ánimo esté atento, seguro que Dios algo me contará. Mientras tanto, a esperar, que ando un poco sorda últimamente
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