MIS PLANES NO SON VUESTROS PLANES
Domingo XXV del Tiempo Ordinario A
Estamos llamados a una búsqueda, de hecho el ser humano se pasa la vida buscando, la clave sería saber qué es lo que busca, ¿Dónde está puesto su corazón? ¿Qué planes tenemos en la vida? La verdad es que muchas veces no tenemos en cuenta a Dios, vivimos como si este no existiera, como si lo pudiéramos suplir con cualquier cosa.
No tenemos tiempo para Dios, especialmente en los momentos de plenitud, de salud, de juventud, de proyectos y de planes. Muchos padres acuden a apuntar a sus hijos a la Primera Comunión y no encuentran huecos en la agenda de los niños o en la suya, está repleta de planes, de extraescolares, de salidas, y si se les dice que hay que ir a misa para tomar la comunión entonces no es posible, porque ellos tienen sus planes, y Dios y sus preceptos no vienen muy bien. No se entiende el compromiso, el plan que solo es fiesta y tradición pero no hay búsqueda de Dios, y si no me lo facilitan que malos son los curas y la Iglesia, porque no aceptan mis condiciones.
Al igual que en el sacramento del bautismo, promesas de educar en la fe que no se cumplen, porque no hay compromiso, porque no se adapta a mis planes, y primero busco el convite y luego exijo la fecha.
Hoy se nos pide autenticidad y coherencia y que el malvado, el que se cree poseedor de una verdad equivocada, vuelva a Dios y vuelva a la verdad, una verdad que se debe descubrir, una verdad que son los planes de Dios, y no nuestros engaños y proyectos de autogobierno en los que queremos ser autónomos si autoridad y decidiendo nosotros que es dios y que es lo que queremos cumplir o que queremos ignorar.
San Pablo nos propone una vida con dignidad, una vida que agrade a Cristo, aunque haya que sufrir, el sufrimiento vale la pena, si el plan es el plan de Dios, si conseguimos que la voluntad de Dios sea nuestra voluntad, si conseguimos de verdad y de corazón llevar a nuestros hermanos a la fe.
El plan de Dios no es para hundir al hombre, ni para privarle de libertad, el plan de Dios, es que el hombre se realice en esta vida mortal pero con los ojos puestos en el Señor y en la vida eterna, una existencia entendida como un tránsito necesario y vital para la condición humana, y que se abraza a la esperanza.
Desterrando así toda actitud destructiva, una actitud que viene ante la codicia del hombre, o ante la autosuficiencia del ser humano que se pasa la vida planeando y creyéndose lo que no es, preso de la soberbia y de una ambición desenfrenada que le lleva incluso a pasar por encima de los demás sin importar el otro.
De ahí surge el mal del mundo, de un “Yo” demasiado hinchado, de un “Yo” sin más dios que el mismo. ¿Queremos descubrir la bondad del hombre? Acerquémonos a Dios, ¿Queremos descubrir hasta dónde puede llegar la maldad del hombre? Eliminemos a Dios y saldrá lo peor que tenemos dentro, saldrá la maldad, lo que destruye y de nuevo aflorara la comodidad, el placer y el egoísmo.
El Señor no se va a cansar de invitarnos a trabajar por el Reino de los Cielos, sale a nuestro encuentro, al igual que en la parábola de los jornaleros, el dueño salió a contratar a gente a distintas horas del día, unos por la mañana, otros a medio día, y otras ya al caer la jornada.
A la hora de pagar lo lógico es que se pague a cada uno según el tiempo que haya trabajado, pero no así lo el dueño de la parábola, que pago a todos por igual, independientemente de cuando hubieran sido contratados. Es cierto que cuando vieron este gesto, los jornaleros de la primera hora se molestaron por el pago, y les dijo el dueño ¿Vas a tener tú envidia porque yo soy bueno?
Así es la venida del Señor, del Reino de los Cielos, misericordia, perdón y conversión, nunca es tarde para volver al camino, a la verdad, es la paciencia santa de un Dios que es amor y que quiere que todos los hombres se salven y entren por la puerta de salvación, porque los planes del Señor no son los nuestros, y fiarse de Él es tener la certeza de acertar en la vida.
Javier Abad Chismol
Precioso texto
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