NUESTRA VOCACIÓN ES LA LIBERTAD
Javier Abad Chismol. “La Vocación” 2008.
Capítulo 13 (Extracto)
“Hermanos: para vivir en
libertad, Cristo nos ha liberado. Por tanto, manteneos firmes, y no os sometáis
de nuevo al yugo de la esclavitud, vuestra vocación es la libertad”.
Carta del Apóstol San
Pablo a los Gálatas 5, 1.
Al
terminar esta invitación que nos hace el Señor a su fiesta, a la fiesta del
amor, de la entrega, de ese amor incondicional que nos tiene el Señor a cada
uno de nosotros[1]
un amor que es gratis, lleno de gratuidad, pura donación de Dios[2],
porque sí, porque nos ama y quiere lo mejor para su criatura que somos cada uno
de nosotros.
Después
de un recorrido por los diferentes capítulos de este escrito, sólo se puede
afirmar que todo es gracia, don e invitación[3].
Eso es la vocación, aceptación de una propuesta de vida, una propuesta que se
basa en la libertad de los hijos de Dios, en el Padre bondadoso que propone
pero que no impone, que invita pero no obliga. Es la experiencia del amor, del
amado que se siente correspondido ante tanta bondad de su creador.
Una bondad que se materializa en cada una de
nuestras vidas, se encuentre en la situación que se encuentre, eso da igual,
pensamos que la vocación es para unos pocos que son mejores. Nada de eso es
cierto, la vocación más grande que tenemos todos los seres humanos es la de ser
Hijos de Dios, manifestada el día de nuestro bautismo, cuando entramos a formar
parte de la gran familia que es la Iglesia, el conjunto, la suma de todos los
que quieren poner sus ojos firmemente en el Señor.
No
pensemos que porque no nos sintamos llamados a una vida consagrada por medio
del sacerdocio o de la vida religiosa, ya estamos exentos de nuestro compromiso
cristiano, siendo nosotros por nuestra cuenta los que hacemos una escala de
importancias en el orden del compromiso con Dios.
La
llamada es personal y única, somos nosotros los que hacemos que Dios se
comporte tal como lo hacen los hombres, y Dios no se comporta como nosotros,
para Él es al revés, los que creemos que son los primeros son los últimos…
…Esa es
la gran tentación de los hombres, de todos nosotros, de decirle a Dios como
deben ser las cosas, de confundir lo que creemos que es mejor o peor y entonces
empezamos a pensar y a funcionar de una manera empresarial, haciendo cálculos
de rentabilidad…
…Ahora
habría que afirmar que ese pensamiento es de necios porque se aleja del mensaje
universal del amor de Dios a todos los hombres, el quiere que todos se salven y
alcancen la verdad[4],
que es nuestra llamada a la libertad, de saber aquello que es bueno y necesario
para nuestra alma, no lo que yo creo si no lo que realmente es.
Javier Abad Chismol
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