TE SEGUIRÉ A DONDE VAYAS
Domingo
XIII del Tiempo Ordinario. Ciclo A
Somos llamados por el Señor para
llevar a cabo una misión que consiste en sentirnos de su propiedad, al igual
que Eliseo que no reconoció la llamada material de sus pertenencias, dejo sus bueyes,
sus cosas, sus asuntos personales, lo dio a los demás y se encomendó a la misión sagrada que tenía
encomendada, él se sentía gratificado por el Señor, confiaba en su infinita
misericordia, y que el Señor sale al paso nuestro a través de las personas, lo
que tenemos que hacer es estar bien atentos a sus designios.
Es poder afirmar con el Señor que
es el lote de mi heredad, que es reconocer que el Señor es lo más importante
que tenemos, que es el principio y el fin en nuestro existir, que podamos
cantar las misericordia de Dios para cada uno de nosotros, porque se hace el
encontradizo una y otra vez para que caminar hacia la verdad plena.
Cristo nos ha liberado para que
seamos libres y no volvamos a caer en la esclavitud del pecado y de la ausencia
de Dios. Sed esclavos unos de otros por amor, no utilicéis mal el gran regalo
que es la libertad, liberados ya de las
cadenas del pecado que nos lleva a nuestra propia destrucción. Por ello por el
bautismo quedamos purificados y limpios de la corrupción del pecado, de la
tentación a vivir nuestra vida al margen del Padre.
Amar al prójimo como uno mismo,
tal como nos sentimos amados y respetados por el Señor, caminad según el
Espíritu y no dejándonos arrastrar por los apetitos desordenados.
Dios nos quiere libres y deja que
acogemos o rechacemos su mensaje, es la libertad del amor de Dios, un amor que
es verdadero y limpio, ¿estamos dispuestos a seguir a Jesús? ¿Sabemos el precio
que podemos pagar por ello? ¿Hasta dónde llega nuestro amor? Jesús contestó a
sus seguidores cuando afirmaban que le seguirían donde quiera que fuera; ”las
zorras tienen madrigueras y los pájaros del cielo nidos pero el Hijos del
Hombre no tiene donde reclinar la cabeza” otros le dijeron; “deja primero que
entierre a mi padre, que me despida”, Jesús afirma con rotundidad; “deja que
los muertos entierren a sus muertos”. Quien quiere más a su padre o a su madre
no es digno de mí. Nos habla de nuestras ataduras, nos habla de nuestras
preferencias, y por supuesto que estemos dispuestos a coger nuestra cruz cada
día, que no huyamos de ella, que seamos capaces de seguir adelante con la
confianza puesta en el Señor.
En definitiva se nos pide una
triple exigencia; dejar todo por el Señor como Eliseo; caminar según el
Espíritu, y no mirar atrás una vez emprendido el camino.
Javier Abad Chismol.
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