VIERNES DE DOLORES, VIRGEN DOLOROSA


ACOMPAÑAR A MARÍA EN EL DOLOR


     María fue concebida sin mancha, sin pecado, María nace llena de gracia y de santidad, y hoy viene a nuestras vidas, a visitarnos, para que de la misma manera que ella fue la puerta de entrada para el Hijo de Dios, también nosotros descubramos a su Hijo.

     Muchas son las cualidades que podríamos destacar de nuestra madre, ella que era pobre, sencilla, fue la escogida de Dios, Él tiene preferencia por los pobres, por la gente que no tiene importancia ante los ojos del mundo, para saber cómo es nuestro Padre tenemos que mirar a María, cuando la contemplamos en la oración y el recogimiento descubrimos como nos quiere Dios.

     Se nos entremezclan varias ideas, por un lado María como primicia del amor de Dios al mundo, y por el otro el sufrimiento, el dolor de nuestra Madre ¿cómo pudo ella sufrir el dolor a los pies de la cruz? ¿Cómo pudo soportar lo que hacían a Jesús? Son tantas las preguntas que podríamos hacernos. Aprendamos a contemplar el misterio de María, aprendamos de ella.

    Hagamos un esfuerzo por parecernos cada día un poco más a María, ella que es la reina de la paz, ella que no lo preguntaba todo, ella que aceptaba la voluntad de Dios en su vida.

     Nos cuesta mirar a Jesús, muchas veces no lo entendemos, no entendemos a María, hemos perdido incluso el significado de su iconografía y la representación de sus figuras. Nos hemos acostumbrado al sufrimiento de María, al dolor de sus entrañas. Si la miramos con el corazón sincero y abierto nos daremos cuenta de que tenemos mucho que aprender.

     Respetar los tiempos de Dios, aceptar los planes de Dios en nuestras vidas es fundamental para poder ser felices, para poder llegar a la plenitud de la vida, para encontrar el verdadero sentido a nuestra existencia hay que aprender a mirar el dolor de María, su sufrimiento callado y obediente, cuantas veces nos quejamos de todo ante la Virgen o ante Nuestro Señor Jesucristo, os invito ha hacer una reflexión, que miréis fijamente a la Virgen dolorosa, a la Virgen sufriente, y como ella sabía vivir el absurdo del dolor, ella aceptaba porque tenía fe.

     Sí, María es la madre de la fe de todos los creyentes, de todos nosotros que nos reunimos habitualmente en el nombre del Señor y en memoria de nuestra Madre, la que nos acoge y nos quiere.

     Contemplemos a María ante la cruz, miremos también cada uno de nosotros la cruz de Cristo, vemos un hombre sufriente, castigado, insultado, humillado, y resulta “que es el Hijo de Dios”. ¿Qué tipo de Dios puede dejar asesinar así a su Hijo ante la mirada de María, su Madre?

     Ese es el gran misterio de la cruz, del amor, de la entrega y del sacrificio. Él es el verdadero cordero que nos libra a todos de la muerte porque carga con todos nuestros pecados. Ella lloraba mientras su Hijo estaba colgado en la cruz, como si fuera un malhechor, un delincuente, ¿Dónde estaba su delito? Su culpa había sido obedecer al Padre antes que a los hombres.

     Cristo murió por hacer la voluntad del Padre, y lo hizo ante los ojos misericordiosos y llorosos de su madre, unas lágrimas que son las que caen del cielo cada vez que los hombres y mujeres nos alejamos de Dios, y lo hacemos por temor, ¡Cuanto nos cuesta decir que somos creyentes! Hay que ser valientes luchadores del Evangelio, presumir de nuestro ser cristiano en el mundo de hoy.

     Sí, ser creyentes como María, dispuestos como ella a no abandonar nunca a su Hijo, ¿de que grupo queremos ser, de los que acompañaron a Jesús a la cruz, o de los que salieron corriendo? Os lo repito, ser valientes, mirar el dolor de María, no fue inútil, ella ayuda a todos los cristianos del mundo a seguir a Jesús, él que es el camino, la verdad y la vida.

     María lloraba, traspasada por la injusticia de los hombres, testigo de una muerte no merecida, Jesús, el Príncipe de la Paz, moría de una manera violenta, ¡Qué gran contradicción! De eco podemos escuchar las palabras de Jesús; “Yo, no he venido a traer la paz al mundo, sino la disputa”. Ser cristiano es ser un luchador por lo auténtico, por la verdad. Nuestro mundo quiere muchas veces que vivamos en una mentira, porque la verdad molesta e incomoda, y como molesta hay que eliminarla.

     ¿Cuantas veces crucificaríamos a Cristo? ¿Cuantas veces veríamos a María llorar desconsolada ante su Hijo? Por desgracia, lo volveríamos hacer, es más, lo hacemos muchas veces, cuando negamos nuestra condición de cristianos, cuando para no tener problemas nos callamos, cuando hacemos una religión a la carta y eliminamos lo que nos incomoda.

      Hay que hacer una llamada a la valentía de María, nuestra madre, Madre de la Iglesia, ella es la puerta por la que entramos todos, tenemos que tener suficiente fe para creer esto de verdad, para mirarla a ella ¡Bendita tú entre las mujeres! Ella la Madre piadosa, que vio morir a su Hijo por los pecados del mundo, vio morir al hijo amado ¡Qué dulce fuente de amor! Hoy nos unimos a nuestra madre en ese profundo dolor.

     Hoy pedimos a María amar de la misma manera que lo hizo ella, es decir, sin condiciones, de una manera gratuita, porque ese es el verdadero amor, aquel que no pide explicaciones porque es capaz de aguantarlo todo porque su fe es tan grande, que lo tolera todo con suma confianza y con paz.

     Cristo cargo con nuestras culpas, y María la acompaño hasta el calvario, hoy lloramos con María, hoy queremos también nosotros acompañar a Jesús, hoy queremos seguirle. Hoy contemplamos la cruz, y nos ponemos ante sus pies, como tu María.

     En la actitud de María cobra sentido el verdadero amor, un amor que es generoso y entregado, que se entrega siempre, que espera siempre, que llora en silencio. Madre de Dios, se tú la imagen conductora en las actitudes de la vida, hoy te pedimos que nos enseñes a permanecer  contigo junto a las infinitas cruces donde todavía sigue siendo crucificado tu Hijo.

     Ayúdanos a atestiguar el amor cristiano, hoy queremos vivir al ejemplo de tu Hijo, hoy queremos subir a la cruz, hoy descubriremos el amor y la paz que el mundo no entiende; ¿Porque no se evitó el sufrimiento? ¿Porque no bajo de la cruz? ¿Porque quiso morir solo delante de los hombres?

     Hoy en nosotros el sufrimiento, la paciencia, y el amor nos lleva a ser hombre  nuevos, esa es la propuesta que el Señor nos hace, para que nuestro cristianismo no sea mediocre, sino coherente y comprometido con nuestra sociedad, con nuestro mundo. Hoy tenemos que acompañar a nuestros amigos, familiares, vecinos, a la fe, hoy cada uno de los que estamos aquí somos los verdaderos transmisores de la fe, del amor de Dios.

     Que María nos de la valentía de estar con Cristo en la soledad, la incomprensión y el sufrimiento, todo por un amor que los supera todo.

     María, virgen madre de Dios, bendita y digna de toda alabanza, hoy te celebramos en el día de tu nacimiento, que eres la nueva Eva, que en la Iglesia se abre la puerta de nuestra salvación, en ti confiamos y a ti nos acogemos en este valle de lágrimas del dolor pero de esperanza, María madre de Dios, Ruega por nosotros.

Javier Abad Chismol

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