Lunes Santo, 6 de abril
de 2020
El profeta Isaías nos habla del Mesías, que es el enviado, el
que complace la voluntad del Padre para cumplir la misión que el Señor le
encomienda, el Espíritu y la fuerza de la verdad plena habitan en él. Nos marca
el camino que nos conduce a la libertad y a la verdad. La venida del Señor que
nos anuncia el profeta no será espectacular, anunciara la justicia y denunciara
la impiedad del mundo y la maldad del hombre que se ha alejado de su Creador, e
incluso usurpa su nombre para actuar mal.
Y a pesar de la dificultad, la caña quebrada no se partirá,
su voz se oirá y el mundo no la podrá callar. El Mesías vendrá para abrir los
ojos ciegos, para sacar del calabozo al preso, de la cárcel a los que viven en
tinieblas.
El Evangelio nos habla de Jesús que fue a Betania, donde
Lázaro, al que había resucitado de los muertos. Allí estaban Marta y María, sus
hermanas, María escuchaba al Señor y le ungió los pies con perfume y se los
secó con sus cabellos y toda la casa se llenó de perfume. Judas, el traidor le
pareció un desperdició lo del perfume, que se podía haber vendido haber dado el dinero a los pobres, pero era
un escusa, porque realmente era avaro y un ladrón.
Jesús dijo: «Déjala,
que lo guarde para el día de mi sepultura. Porque pobres siempre tendréis con
vosotros; pero a mí no siempre tendréis.»
Una gran lección para no usar las cosas de Dios para
justificarnos o encubrir nuestras intenciones. Debemos purificar todo aquello
que hacemos, porque lo actuamos y que buscamos, lo que tenemos que procurar es alcanzar
a Dios y la verdad, muchas veces se usa a Dios para gratificación propia y
colectiva, busquemos a Dios, al Mesías, y preparemos nuestro corazón para la Pasión
del Señor.
Javier Abad Chismol
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