2 de abril de 2020
Desde el principio de los tiempos Dios nunca nos ha dejado de
la mano, hay un pacto entre Dios y los hombres, es lo que escuchamos en el
libro del Génesis, cuando se dirigió a Abraham, una Alianza que es fiel y
constante, dándonos la fuerza necesaria para afrontar todo lo que nos acontece
en nuestra vida, no estamos solos, aunque en ocasiones el hombre viva al margen
de Dios, unas veces a nivel global y otras a nivel personal.
Dijo Dios a Abraham: “Guarda,
pues, mi alianza, tú y tu posteridad, de generación en generación.” La
promesa se renueva de unos a otros, la misión del creyente, del hombre de fe es
trasmitir el mensaje de verdad, que pone al hombre en su lugar, donde le
corresponde.
Jesús nos pide que guardemos su Palabra, que sigamos sus
pasos, Él es el camino que nos lleva al Padre, que nos lleva a la liberación,
una liberación que no es la ausencia de problemas, o de circunstancias
adversas, es la capacidad de seguir adelante ante lo que nos desborda, especialmente
cuando algo nos sobrepasa o no encontramos soluciones a corto plazo, o
simplemente no vemos solución, en ese momento más que nunca necesitamos de Dios
y en el debemos poner nuestra confianza, aunque el final sea duro e incierto.
Cuando Jesús les hablaba de la vida eterna y de la promesa
del Padre todos se revelaban contra Él, la fuerza de estas palabras les descocaba:
"Si alguno guarda mi Palabra, no
probará la muerte jamás."
Jesús les hablaba de fidelidad, de la vida eterna, de Alianza
y promesa, y les decía que no menospreciaran a los mensajeros, a los profetas y
que de esta manera no se manipule la voluntad a Dios, ni fabriquemos normas y
leyes que están hechas a la medida del hombre y que en nombre de Dios muchas
veces le dejan al margen.
Javier Abad Chismol
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