NO DIREMOS “DIOS NUESTRO” A LA OBRA DE NUESTRAS MANOS Reflexión del viernes 20 de marzo de 2020


Viernes de la III Semana de Cuaresma A


El ser humano se siente poderoso, se siente casi un dios, porque quiere dominarlo todo, controlarlo todo, legislar a su antojo al margen de la Ley Natural de Dios, el hombre cree y siente que el mismo es la medida de todas las cosas, que puede superar a la divinidad e incluso a su condición de fragilidad.

Hoy nos enseña el profeta Oseas que no podemos tentar a Dios, que no podemos hacer dioses a los que veneramos, jugando con la vida de unos y otros, cayendo del abuso del poder hacia los demás, donde las leyes se llenan de ideología partidista, con el claro objetivo de relativizar la existencia del hombre para convertirse en su propio dios.

Oseas invoca a Dios para suplicar el perdón de nuestros pecados, el alejamiento de Dios, para que se sane nuestra infidelidad, la infidelidad del hombre y de la sociedad tiene consecuencias, estas son la propia destrucción del hombre, volver el rostro al Señor es lo que nos conduce a la salvación, lástima que el hombre hasta que no se encuentra en la desgracia no le invoca y entonces se llena de lamentaciones.

“Volverán a sentarse a mi sombra; harán crecer el trigo, florecerán como la vid, su renombre será como el del vino del Líbano.” Todo volverá en la invocación al único que puede salvar, se romperán los ídolos falsos, la sabiduría divina de Dios nos ayudará a entender todo esto.


A Jesús le preguntaban cuál era el mandamiento fundamental, unos piensas que es parte de tradición o las obras de caridad, o todas la leyes, pero ¿Señor que podrá salvarnos de este mundo egoísta? Es el  amor a Dios sobre todas las cosas, dejar que sea el centro de nuestra vida, y no dejarlo de lado como si fuera un invitado de piedra, o un comodín que utilizare cuando me haga falta.

Dios es el centro y su amor puro nos llevará al amor al prójimo y a nosotros mismos, en eso consiste la Ley de Dios, incumplirla destruye, oremos y pidamos en estos momentos de incertidumbre por toda la humanidad, por el cese de la enfermedad y el sufrimiento, a nuestro mundo le falta Dios y romper los ídolos creados con sus manos.

Javier Abad Chismol

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