CONVERSIÓN Y REFLEXIÓN
El tiempo de la Cuaresma es un tiempo que de alguna manera ha
quedado como algo extraño, ha quedado casi como apartado o eliminado de la
autenticidad, por ello es importante preguntarnos aquí y ahora el lugar que ocupa
la cuaresma en nuestra vida de cristiano.
La Cuaresma va muy unido al significado de pecado, y a su vez
de la conversión por esos pecados, el problema viene cuando la sociedad ha
perdido la noción de pecado, es decir, que la mayoría de cristianos no tienen
noción de su pecado o no son conscientes de que lo hayan cometido.
El pecado es conveniente recordar que no se trata solo de
acciones buenas o malas, eso podría confundirse con una moralina, el pecado
entendido por aquello que ofende a Dios, y lo que ofende a Dios es lo que hace
daño a los hombres y a nosotros mismo, el enemigo claro de la interpretación
del pecado es el relativismo, da la sensación que en la actualización de los
tiempos lleva a superar el pecado, dejando pues a este como algo de antaño y a
superar.
Seguramente estaremos inundados de una especie de “buenismo”,
que consiste en que lo importante sea ser bueno, y ya no tanto si cumplo o no
cumplo preceptos de ley. ¿Pero qué es ser bueno?
Podíamos numerar muchos ejemplos de la falta de actualidad de
la Cuaresma, y ya no solo eso, sino en cualquier época del año, un ejemplo
claro lo tenemos en la devaluación del Sacramento de la Penitencia, en este Sacramento
observamos dos fenómenos, el primero de ellos es la no necesidad de acudir a un
sacerdote para la confesión, aludiendo que uno se confiesa solo ante Dios, de
tal manera que las personas que acuden asiduamente a la Iglesia ya no se
confiesan y acuden al Sacramento, como digo el pretexto es como he comentado
antes la no necesidad del sacerdote que lleva implícito un anticlericalismo.
Por otro lado la relativismo con respeto al pecado, soy yo quien decide lo que
es pecado o no, y algunos de los Mandamientos quedan apartados como algo
antiguo, dos ejemplos; no es necesario confesarse con el cura y no es necesario
santificar las fiestas, acudo a la misa si me conviene por algún motivo, por una misa por un difunto, una fiesta concreta o alguna motivación
especial.
1-
NO necesidad de Confesión.
2-
NO necesidad de Santificar las Fiestas, acudir a Misa el
Domingo y Fiestas de guardar.
Estos son dos ejemplos claros pero hay muchos más como iremos
viendo, en la justificación personal de no es necesario confesarse y no hay
porque ir a misa todos los domingos.
La Cuaresma es un tiempo privilegiado para el encuentro con
el Señor, para la renovación, son cuarenta días para renovar nuestro interior y
también nuestra relación con Dios. Es la preparación para la Pascua, para los
días más importantes de los cristianos.
El número cuarenta nos recuerda a los 40 días que Jesús pasó
en el desierto y fue tentado por el
demonio, las tentaciones de Jesús. 1ª tentación: utilizar el poder en beneficio propio, 2ª tentación: Tener, aunque haya que arrastrarse,
3ª tentación: pedir pruebas que
corroboren la misión encomendada. Los Cuarenta
días que Moisés aguardó antes de subir al Monte Sinaí, también Elías caminó 40
días hacia Horeb, y la marcha de los judíos por el desierto durante cuarenta
años hasta llegar a la Tierra Prometida. El 40 es por lo tanto un número
bíblico y simbólico, que expresa para nosotros que es una preparación para la
Pascua. Ese número significa un periodo, un tiempo, es como unos objetivos que
a su vez tienen una meta. Es importante marcarse ciertos retos a corto plazo,
para ver si soy capaz de cumplirlo. Aunque es bien cierto que vivimos una
sociedad llamada del bienestar que no entiende el sacrificio, la renuncia, por
eso en cierto modo la Cuaresma puede llegar a verse como al del pasado, que ya
no corresponde con este tiempo.
La Cuaresma, estos cuarenta días, tienen sentido a la luz de
la Pascua, es un proceso que lleva a la vida, a poder vencer la muerte y el
pecado, este tiempo lo comenzamos con el Miércoles
de Ceniza y terminará el Domingo de Ramos, tenemos que recordar que durante
este tiempo no se canta “Aleluya” en el Evangelio ni tampoco
rezaremos el “Gloria”, esto queda a la espera de la Resurrección del Señor en
la Solemne Vigilia Pascual. Es tiempo pues, de espera, de conversión, esto nos
recuerda en cierto modo al Adviento, de hecho duran aproximadamente lo mismo,
se usa el mismo color, el morado, que significa penitencia y perdón. El Gloria
lo omitiremos como hemos dicho, como en el Adviento, en uno se espera al
Nacimiento y el otro se espera para la Resurrección del Señor, por el mismo
motivo se omite el Aleluya, en el Adviento esto no se omite.
Antiguamente la Cuaresma era un tiempo intenso de preparación
para el bautismo en la Pascua, algo que ahora no se realiza cuanto apenas, la gente
adulta se tomaba muy en serio el bautismo y lo que era la incorporación activa
a una comunidad y lo que esto significaba, ahora por desgracia, no existe en
muchas ocasiones ese compromiso. El bautismo significaba un cambio de mentalidad
y de actitud en la vida, y no un trámite más en la vida. El bautismo era para
los que querían comenzar un camino de fe, de conversión, que buscaban al Señor,
por lo general eran adultos, de hecho hasta que no se era muy consciente de lo
importante y lo que comprometía el bautismo, esto no se hacía. Con el paso del
tiempo de fueron bautizando a los niños pequeños, de esta manera los padres y
los padrinos se comprometían públicamente a ser los transmisores de la fe y que
le acompañarían en el itinerario de la fe en la Iglesia en la cual se
pertenecía por el Sacramento del bautismo. Con el tiempo el grado de compromiso
recae en el Sacramento de la Confirmación, siendo una renovación y una
implicación más profunda en la fe, algo que en el tiempo actual no se cumple en
su mayoría, se convierte al igual que ocurre con el Bautismo como al formal y
social pero en cierto modo vacío de contenido de fe y de compromiso, de alguna
manera se debe ir hacia unos sacramentos auténticos y realmente sean un proceso
real para formar parte activa de la Iglesia, de la comunidad a la que
pertenezca cada uno, como decía anteriormente se admite el Sacramento pero no
en si a lo que uno se compromete al realizarlo.
El Miércoles de Ceniza se nos dice: “Conviértete y cree en el
Evangelio”, es llamada a la
conversión, al cambio, a la corrección, o volver al camino que uno puede
haberse desviado. Es que podamos pasar de lo “viejo” a lo “nuevo”, ser hombre
nuevo es vivir como nos marca Jesús en el Evangelio. También se nos puede decir
la frase: “Polvo eres y en polvo te convertirás”, de esta manera al
comienzo de la Cuaresma se nos recuerda nuestra finitud en este mundo,
actualmente se utiliza más la frase de la conversión porque da la sensación de
que es menos agresiva, de esta manera da la sensación que nuestro mundo quiere
huir de alguna manera de la muerte y lo que significa nuestra temporalidad.
También recordamos que la ceniza que se utiliza este día es de las ramas de
olivo y palmas que se utilizaron el año anterior en el Domingo de Ramos.
La ceniza, del latín "cinis", es producto de la
combustión de algo por el fuego. Muy fácilmente adquirió un sentido simbólico
de muerte, caducidad, y en sentido trasladado, de humildad y penitencia. En
Jonás 3,6 sirve, por ejemplo, para describir la conversión de los habitantes de
Nínive. Muchas veces se une al "polvo" de la tierra: "en verdad
soy polvo y ceniza", dice Abraham en Gén. 18,27. El Miércoles de Ceniza,
el anterior al primer domingo de Cuaresma (muchos lo entenderán mejor diciendo
que le que sigue al carnaval), realizamos el gesto simbólico de la imposición
de ceniza en la frente. Se hace como respuesta a la Palabra de Dios que nos
invita a la conversión, como inicio y puerta del ayuno cuaresmal y de la marcha
de preparación a la Pascua. La Cuaresma empieza con ceniza y termina con el
fuego, el agua y la luz de la Vigilia Pascual. Algo debe quemarse y destruirse
en nosotros -el hombre viejo- para dar lugar a la novedad de la vida pascual de
Cristo.
La Conversión pasa por ser para los cristianos, que en
ocasiones creen estar en el camino, pero en otras su vida se ha ido alejando
del amor de Dios, y puede haberse llenado de falsedad y doblez, es que seamos
capaces de llegar al fondo del corazón. Solo nos podemos convertir cuando
reconocemos la culpa y el pecado, si no aceptamos el pecado como tal, puede ser
que creamos que estamos haciéndole bien cuando realmente lo hemos hecho mal.
La Cuaresma no solo son gestos externos como el ayuno, o dejar de fumar, o privarse de
algún vicio, se trata de un cambio profundo de nuestro interior, de nuestro
corazón.
El Miércoles de Ceniza es día de ayuno y abstinencia y los viernes de Cuaresma es de abstinencia,
estos gestos tienen sentido desde la voluntad del cambio. Son signos de
conversión, caminar hacia la generosidad que da la limosna, el ayuno que significa ponerse en la piel de los demás,
en una experiencia firme de oración
y de la escucha de la voluntad de Dios en nuestras vidas. Es ser capaces de
frenar el consumismo y todo aquello que no nos deja ser plenamente libres.
Escuchemos la Palabra de Dios, reconozcamos nuestra debilidad
y nuestra temporalidad como en la frase
que también se nos puede decir el Miércoles de Ceniza, “Polvo eres y en polvo te convertirás”, no somos nada sin Dios, sin
Él nuestra existencia carece de sentido.
Que no nos ocurra como a parte de nuestro mundo, que ha
perdido la conciencia de pecado, ha perdido el norte, no sabe de qué pedir
perdón, porque no sabe hacia dónde va.
Necesitamos volver nuestra mirada al Señor, acogerle en nuestras
pobres vidas, sentirnos necesitados de la gracia y de la conversión.
Javier Abad Chismol
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