V Domingo de Cuaresma A
La voz del profeta clama un canto de esperanza, en nombre de
Dios anuncia al Pueblo que les sacará de sus tumbas, de sus tinieblas, de su
muerte en vida, y los llevará a un nuevo Israel, es la promesa firme del Señor
de sacarnos del vacío de la incertidumbre para llevarnos al sentido que tiene
la existencia humana, sin Dios no podemos ni somos nada.
Los que viven en la carne no pueden agradar a Dios, porque
han puesto sus anhelos y esperanzas en las cosas de este mundo y eso solo lleva
a la destrucción, porque no se puede poner el corazón en las cosas perecederas,
porque es querer alcanzar algo que siempre se te escapa de las manos, nadie
puede añadir ni un minuto a su vida.
Pero si Cristo está con nosotros, el Espíritu habita en
nosotros y nos lleva por lo tanto a la resurrección y a la vida eterna, es el
mismo Señor que venció la muerte y salió de su tumba marcándonos cuál es el
camino por el que la humanidad entera debe caminar para alcanzar plenitud, sin
Dios caminamos sin remedio hacia la muerte, hacia al caos, hacia la tumba.
Jesús nos invita a caminar como hijos de la luz y no de las
tinieblas, el que camina en la oscuridad se tropieza y cae porque no ve.
Lázaro murió y Marta y María con lágrimas en los ojos acudieron
a Jesús, tu solo tienes palabras de vida eterna, Jesús les dijo tu hermano
resucitará, ¿creéis esto? Ellas con lágrimas en ojos les dijeron que si, pero
eso no les privaba la pena de la perdida, porque resucitara en la resurrección
del último día. Jesús afirmó, “Yo soy la resurrección y la vida el que crea en
mi aunque muera vivirá para siempre”.
Dicho esto acudió a la tumba de Lázaro, le llamó por su
nombre y este salió de la tumba, y muchos creyeron por este milagro. Jesús
viene a sacarnos de la muerte para llevarnos a la vida, a la verdadera vida que
no se marchita y que trasciende.
Javier Abad Chismol
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