NUESTRO DIOS ES DE
VIVOS NO DE
MUERTOS
Debemos estar dispuesto a perderlo todo antes que la fe en el
Señor, quien cumple los mandatos divinos todo lo encuentra vanidad y desprecio
comparado con la grandeza de ser hijos de Dios y reconocerlo como Padre.
Los poderes de este mundo, el poder terrenal junto con los
hijos de las tinieblas quieren poner a prueba a Dios, como hizo el diablo
cuando tentó a Jesucristo en las tentaciones, también lo hace con sus
seguidores, con aquellos que están dispuesto a perderlo todo antes que a Dios.
En el libro de los
Macabeos se les quieren quitar la vida o renunciar a Dios, y al igual que los
mártires se debe estar dispuesto a perder incluso la vida, porque nuestro Dios
es de vivos y no de muertos, porque él nos dará la resurrección y la verdadera
vida, la que no se marchita y se pierde.
San Pablo nos anima a seguir adelante a pesar de las
dificultades que podamos encontrar en el camino, también para vernos librados
de los hombres malvados y perversos que quieren corromper la fe, disuadir a los
hombres y mujeres que siguen a Jesucristo, y lo hacen incluso llegando a las
últimas consecuencias como el asesinato y la tortura. Pero también sabemos que
el Señor nos dará las fuerzas necesarias para seguir adelante sin desfallecer.
Cuando hablamos de la resurrección no podemos pensar como los
hombres, no es una vida nueva similar a esta como si fuera una especie de
reencarnación, es algo mucho mayor que nos desborda. En la resurrección no
tiene importancia la imagen, la fama, el
poder, los bienes, lo que tiene importancia es la trascendencia. Porque el
Señor transformará nuestra vida pobre, nuestro cuerpo débil y frágil en el
Cuerpo glorioso de Cristo, esa es nuestra fe y esa es nuestra llamada.
Javier Abad Chismol
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