EL POBRE LÁZARO Y EL RICO EPULÓN, SEMANA XXVI DEL TIEMPO ORDINARIO C-2019


COMBATE EL BUEN COMBATE DE LA FE


Todos queremos seguridades y comodidades y tanto es así, que nos olvidamos de nuestra frágil condición humana, y vivimos como si nuestra morada definitiva fuera en este mundo.

Por eso es escuchamos un ¡Ay!, que es un lamento del profeta por la ignorancia del hombre que pone su corazón en las cosas de este mundo, que beben, se dejan llevar por los placeres de la carne, que experimentan el poder y la dominación hacia sus semejantes. Esa queja es porque cuando el hombre pierde el rumbo de su existencia él mismo se condena y se convierte en su verdugo.

Cuando uno es hombre de Dios, hay que huir de las cosas mundanas y romper las cadenas que nos esclavizan, corre al alcance de la justicia, de la piedad, de la fe, de la caridad de la paciencia en el sufrimiento y de la dulzura.

La historia del pobre Lázaro y el rico, nos ayuda a sopesar la justicia verdadera, así como nuestra actitud, por un lado nuestra forma de ver el mundo y por otro lado la forma de afrontar la muerte y la eternidad, unir la justicia y la trascendencia, así como lo que significa el juicio de Dios.

También nos replantea el significado de la justicia divina y la justicia de los hombres y como Dios no piensa como los hombres, y que puede haber placer y gozo y luego condenación, y por el contrario puede haber sufrimiento y luego salvación y gozo verdadero. Es también un toque de atención para no vivir al margen de Dios y pensar que existe una justicia divina.

Javier Abad Chismol

Comentarios