NO NOS CANSEMOS NUNCA DE PEDIR
Si nos pusiéramos en la piel de Dios seguramente nos
irritaríamos de ver como el ser humano se niega a verle, a escucharle, a hablar
con él. No olvidemos que Dios Padre no quiere fastidiar al hombre, ni tampoco
impone normas para limitar la voluntad
del ser humano, Dios nos quiere libres, pero la libertad pasa por reconocer la
condición humana, de criatura y de Creador, no podemos por lo tanto negar lo
que somos, no por afirmar lo que quiero ser nos da potestad para cambiar lo que
soy.
Por eso Dios está triste por el pecado del hombre, y en
ocasiones le puede entrar hasta la ira de destruir aquello que creó como algo
bueno. Dios nos lo da todo, la vida, los talentos, la naturaleza, todo lo que
nos rodea, pero ¿qué hacemos con lo que Dios nos ha dado? Pues sacamos pecho,
nos engrandecemos, nos creemos nuestro propio Dios, y queremos pasar por
encima, tampoco reconocemos el pecado, porque si el pecado es la ofensa a Dios,
no tengo más que ignorar a Dios, negarle o incluso pretender en balde
destruirlo, aunque sean solo los símbolos, sus seguidores y aquello que me
recuerda a ese hipotético Dios.
Es el caso de Sodoma y Gomorra dos ciudades pervertidas por
el pecado, por la corrupción, sería el símbolo de cualquier ciudad moderna que
vive al margen de Dios, creando sus normas y leyes, destronando al único Dios
para poner su modelo de vida, de familia, de estado y de relaciones humanas.
Abraham interviene para que Dios no aniquile las ciudades del pecado, y el
Señor que es bueno y misericordioso tiene piedad, y salva destrucción por la
bondad de unos pocos y por el hombre de Dios, el Profeta que hace de mediador.
Sin Dios estamos muertos, sin Dios no somos nada, caemos en
manos del mal, porque ya no reconocemos al Creador del Bien, nuestro orgullo
nos hace convertirnos en jueces de lo bueno y
malo, y caemos en el engaño y la perversión del engaño del Demonio. Sin Dios
estamos perdidos y desorientados, por eso renacemos en Cristo que nos da la luz
para caminar en la senda de la verdad.
Pidamos al señor, pongamos ante Él, aprendamos a rezar,
meditemos las palabras del Padre Nuestro en nuestro corazón, dejemos que nos
ilumine. No podemos quejarnos de la ausencia de Dios sino somos capaces de
escuchar.
Como en la Parábola del amigo inoportuno, insistir, perseverar y así se despertara la misericordia, que nunca nos cansemos de pedir.
Nos dice el Evangelio; “Pedid y se os dará”, “llamar y se os
abrirá”, ahora falta que nos lo creamos de verdad y de corazón, y sobre todo
insistir, el que busca en encuentra, el Señor en su infinita paciencia siempre
nos escucha aunque nos parezca que no lo hace, invoquemos su santa presencia y
abramos nuestro corazón.
Javier Abad Chismol
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