SEMANA XV DEL TIEMPO ORDINARIO C-2019, EL BUEN SAMARITANO


¿QUIEN ES MI PRÓJIMO? 

OBEDECER LA VOZ DEL SEÑOR 



Estamos llamados a obedecer la voz del Señor, somos sus hijos y estamos llamados por amor a alcanzar la plenitud en nuestra vida. Obedecer los mandatos de Dios es querer decir que queremos ser libres de verdad, que no queremos ser esclavos del pecado, de las tentaciones y de todas las seducciones del mal. 
Convertirnos al Señor no solo de palabra o de intención, hacerlo con todo el corazón y con toda el alma. Lo que se nos propone está a nuestro alcance, no es una utopía, es creer y confiar que el Señor cambiará nuestro corazón aunque nos veamos torpes y perdidos, por lo tanto hagamos que la Palabra del Señor se haga realidad en nuestras vidas. 
Dios se nos hace visible a través de su Hijo, es la parte visible del Dios invisible, es el mediador de todo, por Él llegamos al Padre y por Él alcanzamos la salvación, pues el carga con nuestras culpas y suple nuestro pecado. Cristo se manifiesta también en su Iglesia, a través de los sacramentos y del estudio de la Palabra. 
Todos queremos alcanzar la felicidad, trascender nuestra vida, llegar a lo más alto que puede llegar el ser humano, pero, ¿Dónde se encuentra? ¿Quién la encontrará? Es fácil, ama a Dios y al prójimo como a ti mismo, y ¿Quién es mi prójimo? Es el que está a tu lado, tu próximo, aquel que tienes cerca y que ni siquiera le has preguntado su nombre, aquel que ves todos los días y ni tan siquiera saludas, aquel que me necesita y yo no me percato porque estoy demasiado pendiente de mí mismo. 
El buen samaritano es aquel que se da cuenta de la injusticia del mundo, del mal que produce el pecado, aquel que reconoce al maligno y es capaz de hacerle frente, dándole igual lo que piensen los demás, hoy nos preguntamos ¿Quién es nuestro prójimo? ¿Quién necesita de nosotros? Ayudar al prójimo es colaborar en la construcción de una sociedad que crece y se fundamenta en el amor. Es ser capaces de salir de nuestro egoísmo, de romper barreras y prejuicios para aceptar al otro en misericordia y en libertad. 

Javier Abad Chismol 

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