LA MIES ES MUCHA, LOS
OBREROS
POCOS
Debemos recibir con gozo y alegría la voluntad del Señor para
cada uno de nosotros, es lo que llamamos el Envío o la Misión, porque la misión
en la viña del Señor la tenemos todos, no es solo para unos pocos y los demás
quedarse como puros espectadores.
Es mucho más que eso, la escucha de la Palabra, la Oración,
la Eucaristía nos debe llevar a una cercanía plena con el Señor de tal manera
que se manifieste en nuestra vida de una manera cotidiana cual es nuestro quehacer
en la viña del Señor.
San pablo nos lleva a ser hombres nuevos, y a sentir en
nuestro cuerpo la cruz de Cristo, donde se sufren los ultrajes del envío que
muchas veces está lleno de desprecio por parte de los demás, e incluso en
muchos casos de persecución, a muchos el Anuncio de la verdad les ha llevado a
la muerte, es el enfrentamiento o pulso eterno entre el bien y el mal, entre la
mentira y la verdad, y es que los poderes de este mundo son muy astutos y seductores
que los hijos de la luz.
Nuestro mundo no quiere que se mire a Cristo, más bien que se
elimine, que deje de formar parte de la vida de las personas, que se relegue a
lo privado, pero la Palabra, la Buena Noticia no está para meterla en una jaula,
esta para liberarla y que todos la puedan oír, aunque se quiera callar al
mensajero para anular el mensaje.
Estamos llamados a que el Señor envíe operarios a su mies,
queda mucho por hacer, y el tiempo apremia, porque nuestra vida solo es una, y
por lo tanto se nos escapa de las manos, no solo perder nuestra vida sino la de
nuestros hermanos que el Señor ha puesto en nuestra vida.
Necesitamos la regla, la paz y la misericordia para llenarnos
del amor y la paz que nos da el Señor, que a su vez nos tiene que llevar a la alegría
plena del trabajador que siente que su trabajo está bien hecho, es el gusto por
hacer bien las cosas sabiendo que el trabajo ha valido la pena.
Anunciemos que el Reino de Dios está cerca, que el tiempo
apremia, demos la paz del Señor a todos los lugares, donde no os reciban,
apartaos y sacudiros el polvo de los pies y la paz volverá a vosotros, no
olvidemos nunca que no nos anunciamos a nosotros mismos, anunciamos al mismo
Cristo.
Javier Abad Chismol
Comentarios
Publicar un comentario