IV SEMANA DE PASCUA C-2019



“YO DOY LA VIDA POR LAS OVEJAS”



Los discípulos estaban llenos de ánimo y esperanza para seguir anunciando al Señor, para decir en todos los pueblos y en todas las plazas que Cristo había muerto por todos ellos, que se había entregado para la salvación del mundo. No hacían caso de los ataques sistemáticos de los judíos, que no reconocían a Jesús, que afirmaban que era un blasfemo y un farsante, que no se reconocían culpables de la muerte de ese, de ese falso mesías.

La envidia les podía, no lo podían soportar, y es curioso esos eran los religiosos, lo mismo ocurre en nuestro mundo, muchos de los que dicen ser religiosos, cristianos o católicos, luego resulta que no ven nada en Jesús, no cumplen los mandatos, no vive según el Evangelio, la religión como una forma concreta de actitud, es decir, apariencia religiosa pero fondo ateo.

Juan vio en su sueño del Apocalipsis una muchedumbre inmensa, los que venían de la gran tribulación, los que han vencido la muerte, el pecado, la tiniebla, es la trascendencia de este mundo, donde no habrá ni llanto, ni sufrimiento, ni dolor, son los que han sido purificado por la sangre del cordero, es decir, Jesús muere por nosotros baja a los infiernos y nos salva, nos saca del error y del engaño, ese engaño que busca una felicidad abstracta al margen de Dios.

Hoy escuchamos la voz del buen pastor, aquel que da la vida por sus ovejas, que las cuida, las protege, porque no quiere que ninguna se pierda, porque no quiere que andemos como ovejas sin pastor, porque no quiere que caigamos en manos del mal, de los lobos de este mundo que quieren devorar al rebaño.

Nosotros conocemos su voz, y le seguimos, no es decir un si pequeño, es llevarlo a plenitud y en coherencia en nuestra vida nuestro ser cristiano.

Javier Abad Chismol

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