Domingo X del tiempo ordinario Ciclo B


EL PODER DE LA FUERZA DE DIOS EN LA LUCHA CONTRA EL MAL


El ser humano vive siempre en una contradicción, es algo así como una lucha de voluntades y de actitudes, entre lo que debe hacer y lo que hace, y tenemos que reconocer que muchas veces no somos coherentes con lo que promulgamos.

Vivimos en una tensión para controlar nuestra voluntad, incluso porque los peores enemigos nuestros somos nosotros mismos, porque muchas veces no somos capaces de decidir lo que nos conviene, o porque nos dejamos llevar por lo más cómodo o fácil.

Es lo que escuchamos en el libro del Génesis, la tensión y la consecuencia del pecado, en este caso la desobediencia a Dios y sus consecuencias, su vergüenza, por eso Dios busca a Adán y a Eva, y se escondían porque estaban desnudos y porque sabían que habían pecado, habían desobedecido a Dios, habían hecho caso al maligno que les proponía ser como Dios y dueños del bien y del mal, de su conciencia, y que podían decidir y vivir sin Dios.

Es la misma tentación que tiene todo ser humano, un querer ser independiente, un sentirse libre al margen de nadie, pensando que de esta manera será feliz. Tenemos siempre que sopesar las consecuencias de nuestros actos, y solo a la luz de la verdad quedaremos libres del engaño.

De lo que vivimos, de lo que creemos, es de lo que realmente podemos hablar, la experiencia de fe nos lleva a la gracia, y la gracia a la acción y al testimonio, no se puede dar lo que no se tiene, no se puede hablar de lo que no se ha vivido como experiencia personal de  encuentro con Dios.

Aunque nos cueste entender todo lo que ocurre alrededor, todo es para nuestro bien, por eso nuestra vida tenemos que vivirla como una gracia y como una misión encomendada en nuestra vida. Aunque se destruya nuestra morada terrena, tenemos un sólido edificio que viene de Dios, es una morada que no ha sido construida por manos humanas, es eterna y está en los cielos, esa es nuestra esperanza.

El Espíritu Santo habita en nosotros, somos su templo, es gracia y es regalo que debemos valorar de verdad y de corazón. Cristo vino al mundo para redimirnos de nuestros pecados, pero también para que no infravaloramos en poder del mal, del pecado, por eso necesitamos de la gracia y de la fuerza del Espíritu Santo que habita en nuestros corazones, y que hará que veamos a Dios en la tarea que el Señor nos encomiende.

Javier Abad Chismol

               
               


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