DESEEMOS ESCUCHAR LA
VOZ DEL
SEÑOR
Al igual que los profetas nos cuesta escuchar la voluntad de
Dios, porque la voz de Dios primero nos interpela, nos mueve de nuestra comodidad, nos propone ponernos en
movimiento, y luego viene la misión que es la acción.
Esto fue lo ocurrió a Moisés, siente temor, siente
inseguridad, desconfía de Dios y también de sí mismo, pero es el Señor quien
elige al profeta, quien lo suscita de entre el pueblo, y es el mismo Señor
quien pone las palabras en boca del profeta para que el pueblo escuche lo que
tiene que oír, para que el mensaje llegue a todos, para que sea una cuestión
personal la decisión de no escuchar o no obedecer o incluso revelarse. Además se
denuncia aquel que diga algo sobre Dios que no sea verdad, aquel que sea un
falso profeta, ese sucumbirá por su pecado, se refiere a no tomar el nombre de Dios
en vano.
La Escritura nos introduce en la dedicación a las cosas de
Dios, es la vocación del profeta, del misionero, del predicador, es la llamada
a no implicarse demasiado en las cosas del mundo, fabricando un falso ídolo al
que dar culto, por eso es tan importante poner los ojos en el Señor, y hacer hincapié
en el amor a Dios sobre todas las cosas,
con esa confianza esperamos que el resto venga por añadidura.
Es salir de las tinieblas, salir del error, del pecado, para
ir a la luz del Señor. El endemoniado, el pecador, el que anda perdido, sí que
reconoce a Jesús, afirmando: « ¿Qué tenemos que ver nosotros
contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el
Santo de Dios».
La tiniebla, reconoce la luz, reconoce la verdad, el pecado y
el pecador no queda impune por su propia ceguera o maldad, por eso le
recriminan al Señor, porque quieren que se vaya, es el poder del pecado y de la
corrupción, que persigue a la verdad para vivir como hijos de las tinieblas y
alejarse de la luz.
Jesús le dijo al espíritu inmundo que saliera de la persona,
y este le obedeció, porque el poder de Dios es muy superior al poder de las
tinieblas.
Ahí se demostró la fuerza del Señor, no nos sintamos
desanimados cuando estemos débiles o tengamos miedo, porque nuestra fuerza es el Señor, una fuerza
que sale de nuestra debilidad. Abramos el oído, y escuchemos la voz del
profeta, optemos por las cosas de Dios, y confiemos en la fuerza de la palabra
de Jesús.
Javier Abad Chismol
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