Domingo IV del Tiempo Ordinario Ciclo B

DESEEMOS ESCUCHAR LA VOZ DEL 

SEÑOR


Al igual que los profetas nos cuesta escuchar la voluntad de Dios, porque la voz de Dios primero nos interpela, nos mueve de  nuestra comodidad, nos propone ponernos en movimiento, y luego viene la misión que es la acción.

Esto fue lo ocurrió a Moisés, siente temor, siente inseguridad, desconfía de Dios y también de sí mismo, pero es el Señor quien elige al profeta, quien lo suscita de entre el pueblo, y es el mismo Señor quien pone las palabras en boca del profeta para que el pueblo escuche lo que tiene que oír, para que el mensaje llegue a todos, para que sea una cuestión personal la decisión de no escuchar o no obedecer o incluso revelarse. Además se denuncia aquel que diga algo sobre Dios que no sea verdad, aquel que sea un falso profeta, ese sucumbirá por su pecado, se refiere a no tomar el nombre de Dios en vano.

La Escritura nos introduce en la dedicación a las cosas de Dios, es la vocación del profeta, del misionero, del predicador, es la llamada a no implicarse demasiado en las cosas del mundo, fabricando un falso ídolo al que dar culto, por eso es tan importante poner los ojos en el Señor, y hacer hincapié en el amor a Dios sobre todas las cosas, con esa confianza esperamos que el resto venga por añadidura.

Es salir de las tinieblas, salir del error, del pecado, para ir a la luz del Señor. El endemoniado, el pecador, el que anda perdido, sí que reconoce a Jesús, afirmando: « ¿Qué tenemos que ver nosotros contigo, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios».

La tiniebla, reconoce la luz, reconoce la verdad, el pecado y el pecador no queda impune por su propia ceguera o maldad, por eso le recriminan al Señor, porque quieren que se vaya, es el poder del pecado y de la corrupción, que persigue a la verdad para vivir como hijos de las tinieblas y alejarse de la luz.

Jesús le dijo al espíritu inmundo que saliera de la persona, y este le obedeció, porque el poder de Dios es muy superior al poder de las tinieblas.

Ahí se demostró la fuerza del Señor, no nos sintamos desanimados cuando estemos débiles o tengamos miedo, porque nuestra fuerza es el Señor, una fuerza que sale de nuestra debilidad. Abramos el oído, y escuchemos la voz del profeta, optemos por las cosas de Dios, y confiemos en la fuerza de la palabra de Jesús.

Javier Abad Chismol


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