Domingo III del Tiempo Ordinario Ciclo B

PONTE EN CAMINO Y CAMBIA


El Señor habla al profeta, el Señor nos habla a cada uno de nosotros y nos invita a la conversión de nuestros pecados y al cambio de estilo de vida, es lo que transmitió a Jonás, para que digiera al Pueblo, a Nínive, que tenían que alejarse de la corrupción, de la codicia, de los vicios, de todo aquello que nos quita nuestra dignidad como personas, es el pecado, es el mal obrar, es nuestra destrucción, unas veces por soberbia y otras por ignorancia.

Los Ninivitas creyeron, hicieron penitencia, cambiaron de vida y volvieron su rostro al Señor, pero es bien sabido que en muchas ocasiones, los pueblos, las personas, hacen oídos sordos a las palabras de los profetas, a las palabras y los mensajes del Señor que se nos transmite de diferentes formas y maneras.

Nos dice la Escritura que el tiempo es apremiante, es decir, que no nos podemos quedar dormidos, como si nunca fuera a llegar la hora de dar cuentas en nuestra vida, se vive como si nuestra permanencia en este mundo fuera eterna, como si tuvieras poder absoluto sobre nuestras vidas, y ese es el gran error, creernos que dominamos todo, que somos nuestros dueños y los dueños de la vida de los demás, que nos entronizamos como si fuéramos los amos del mundo, cuando en realidad nuestra vida es muy frágil y débil, negar a Dios, negar la conversión es tirarnos al vacio. La representación de este mundo se termina, se acaba, porque nuestra vida está en manos del Creador.

Hoy se nos invita a seguir al Señor, a un proceso de conversión y de seguimiento, que empieza con la escucha, como hizo Samuel, y continua con la acción de la escucha, y a su vez a no quedarse quieto, porque aquello que hemos oído, que hemos conocido tenemos que darlo, por eso Jesús le dice a sus discípulos que los hará pescadores de hombres, para que descubran la verdad y la salvación en sus vidas.

Ese es el envío de todos los bautizados, de la Iglesia, ir al mundo entero y proclamar el Evangelio, invitándoles a la conversión de los pecados y a construir un mundo según la fe.

Dejarlo todo e ir en pos del Señor, renunciar a una vida de pecado, para vivir una vida en plenitud y en verdad, es descubrir el gran tesoro y estar dispuestos a transmitirlo a los demás.

Javier Abad Chismol



               


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