IV Domingo del Tiempo Ordinario A

BIENAVENTURADOS LOS MISERICORDIOSOS


Busquemos al Señor, hagamos lo posible por encontrarnos con Él, no huyamos pensando que eso nos quitará libertad, o que nos impondrá mandatos de Ley difíciles de cumplir, el encuentro lleva a la paz y a la misericordia en el corazón.

Nuestro mundo nos ofrece un proyecto al margen de Dios, y es entonces cuando se entrecruzan los valores del mundo con los valores del Evangelio, es un choque ideológico en la forma de vivir, pero la verdad solo es una, y es que el mismo Cristo que se entrega por nosotros, que es pura misericordia, que es entrega sin límites, de esta manera se hace solidario con nosotros y con la humanidad.

San Pablo nos dice que no hay muchos sabios según la carne, que su sabiduría se basa en la riqueza, en el poder y en el placer, y eso es más apetecible para el hombre que es manipulable y frágil, por eso nuestra sociedad crea un modelo social débil, que se deja arrastrar por lo que el poder social impone y propone, en donde desaparece el esfuerzo, el sacrificio, la entrega y el gusto por darse a los demás, aparece un modelo social que encumbra el “yo” por encima de todo, que pide derechos y servilismos a los demás, pero vacío porque no es capaz de tener obligaciones y responsabilidades, porque no es capaz de ponerse en el lugar del otro, porque carece de empatía.

Las Bienaventuranzas deben guiar nuestra vida, ahí se nos proponen los valores que nos construyen como persona plena, capaz de ser feliz desde la donación y la misericordia, en donde el orgullo y la soberbia quedan de lado para ver más allá de uno mismo, para sentirse parte de un proyecto que no es solo personal, que es universal, que es la llamada plena a la salvación que trasciende nuestra condición terrena.

La pobreza, el desapego, ser mansos, que no es ser sumiso, es ser apacible y generoso con la voluntad de Dios. Ser limpio, honesto y trasparente, sin dobleces ni engaños, ni hacia uno, ni hacia los demás ni hacia Dios.

El Señor escoge lo débil del mundo para manifestar la grandeza de la misericordia, es más, para que podamos ver lo grande que podemos llegar a ser si nos ponemos en manos Dios, felices seremos cuando cumplamos su propuesta de vida, lo otro serán atajos que no nos llevarán a ninguna parte, digamos sí a la verdad y seremos Bienaventurados.

Javier Abad Chismol

Primera lectura
Sofonías 2:3; 3:12-13
3 Buscad a Yahveh, vosotros todos, humildes de la tierra, que cumplís sus normas; buscad la justicia, buscad la humildad; quizá encontréis cobijo el Día de la cólera de Yahveh.
12 Yo dejaré en medio de ti un pueblo humilde y pobre, y en el nombre de Yahveh se cobijará
13 el Resto de Israel. No cometerán más injusticia, no dirán mentiras, y no más se encontrará en su boca lengua embustera. Se apacentarán y reposarán, sin que nadie los turbe.
Salmo responsorial
Salmo 146:6-10
6 que hizo los cielos y la tierra, el mar y cuanto en ellos hay; que guarda por siempre lealtad,
7 hace justicia a los oprimidos, da el pan a los hambrientos, Yahveh suelta a los encadenados.
8 Yahveh abre los ojos a los ciegos, Yahveh a los encorvados endereza, Ama Yahveh a los justos,
9 Yahveh protege al forastero, a la viuda y al huérfano sostiene. mas el camino de los impíos tuerce;
10 Yahveh reina para siempre, tu Dios, Sión, de edad en edad.
Segunda lectura
I Corintios 1:26-31
26 ¡Mirad, hermanos, quiénes habéis sido llamados! No hay muchos sabios según la carne ni muchos poderosos ni muchos de la nobleza.
27 Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo para confundir a los sabios. Y ha escogido Dios lo débil del mundo, para confundir lo fuerte.
28 Lo plebeyo y despreciable del mundo ha escogido Dios; lo que no es, para reducir a la nada lo que es.
29 Para que ningún mortal se gloríe en la presencia de Dios.
30 De él os viene que estéis en Cristo Jesús, al cual hizo Dios para nosotros sabiduría de origen divino, justicia, santificación y redención,
31 a fin de que, como dice la Escritura: El que se gloríe, gloríese en el Señor.
Evangelio

Mateo 5:1-12
1 Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron.
2 Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo:
3 «Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
4 Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra.
5 Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
6 Bienaventurados los que tienen hambre y sed de la justicia, porque ellos serán saciados.
7 Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia.
8 Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios.
9 Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios.
10 Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.
11 Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa.
12 Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros

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