II Domingo del Tiempo Ordinario A


                                                                                                                 

MI DIOS ES MI FUERZA






La fortaleza del cristiano viene del Señor, no por nuestros méritos y capacidades, sino que es el mismo Señor quien nos da el coraje y la fuerza para seguir adelante en los avatares de la vida, somos criaturas suyas. Desde nuestro nacimiento somos hijos queridos y amados de Dios, y por lo tanto nuestra existencia no es un absurdo, ni fruto de la casualidad ni del azar, somos un proyecto amado por Dios que debe alcanzar la plenitud en esta vida terrena.

Ser luz para las gentes, para todos los pueblos, ese es el sentido de la misión del profeta, de la boca de Dios, alumbrar, ser luz para las naciones, para que se camine como hijos de la luz y no de la tiniebla, esa salvación debe llegar a todos los confines de la tierra, llevando el significado real de salvación que es universal, porque Dios quiere que todos los hombres se salven y alcancen la salvación, y ahí caben todos sin excepción.

Esa salvación va unida, como nos propone San Pablo, a la llamada a la santidad, ser santos es asemejarse al Señor, es ser imitadores de Cristo, seguir sus pasos, ser reflejos de la verdad, sus caminos y su mensaje, es evidente que esto no va exento de dificultades, de crisis y de dudas, pero recordemos de nuevo que nuestra fuerza es el Señor, y por lo tanto de ahí viene nuestra posibilidad de santidad y de salvación. La gracia y la paz, son dones del Señor, los cuales tenemos que estar dispuestos a acogerlos y dejarnos llenar por esos dones gratuitos que nos da el Padre, una paz que solo puede dar la verdad y que está llena de consuelo y de esperanza.

Tenemos que reconocer a Cristo en nuestro caminar del día a día, como Juan Bautista, que nada más ver al Maestro lo reconoció y afirmo con rotundidad que era el Cordero de Dios, la entrega del Padre, que borra nuestros pecados, que carga con nuestra culpas, que aun siendo inocente, está dispuesto a liberarnos de nuestros pecados, como muestra clara de amor y de entrega, se da por nosotros, y suple todas nuestras culpas, ese es el amor del Padre que se plasma en su Hijo y se nos entrega a todos nosotros.
Juan vio la gracia del Espíritu Santo que bajaba sobre el Señor, y se convierte por mandato divino en portador y emisor de la verdad, es el que anuncia lo que tiene que venir, y como debemos estar preparados para aceptar ese envió que se nos da en la Buena Noticia del Evangelio.


Javier Abad Chismol

Lecturas del día:

  • Primera lectura
Isaías 49:3, 5-6
3 Me dijo: «Tú eres mi siervo (Israel), en quien me gloriaré.»
5 Ahora, pues, dice Yahveh, el que me plasmó desde el seno materno para siervo suyo, para hacer que Jacob vuelva a él, y que Israel se le una. Mas yo era glorificado a los ojos de Yahveh, mi Dios era mi fuerza.
6 «Poco es que seas mi siervo, en orden a levantar las tribus de Jacob, y de hacer volver los preservados de Israel. Te voy a poner por luz de las gentes, para que mi salvación alcance hasta los confines de la tierra.»


  • Salmo responsorial
Salmo 40:2, 4, 7-10
2 En Yahveh puse toda mi esperanza, él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor.
4 Puso en mi boca un canto nuevo, una alabanza a nuestro Dios; muchos verán y temerán, y en Yahveh tendrán confianza.
7 Ni sacrificio ni oblación querías, pero el oído me has abierto; no pedías holocaustos ni víctimas,
8 dije entonces: Heme aquí, que vengo. Se me ha prescrito en el rollo del libro
9 hacer tu voluntad. Oh Dios mío, en tu ley me complazco en el fondo de mi ser.
10 He publicado la justicia en la gran asamblea; mira, no he contenido mis labios, tú lo sabes, Yahveh.


  • Segunda lectura
I Corintios 1:1-3
1 Pablo, llamado a ser apóstol de Cristo Jesús por la voluntad de Dios, y Sóstenes, el hermano,
2 a la Iglesia de Dios que está en Corinto: a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos, con cuantos en cualquier lugar invocan el nombre de Jesucristo, Señor nuestro, de nosotros y de ellos
3 gracia a vosotros y paz de parte de Dios, Padre nuestro, y del Señor Jesucristo.


  • Evangelio
Juan 1:29-34
29 Al día siguiente ve a Jesús venir hacia él y dice: «He ahí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
30 Este es por quien yo dije: Detrás de mí viene un hombre, que se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo.
31 Y yo no le conocía, pero he venido a bautizar en agua para que él sea manifestado a Israel.»
32 Y Juan dio testimonio diciendo: «He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre él.
33 Y yo no le conocía pero el que me envió a bautizar con agua, me dijo: "Aquel sobre quien veas que baja el Espíritu y se queda sobre él, ése es el que bautiza con Espíritu Santo."
34 Y yo le he visto y doy testimonio de que éste es el Elegido de Dios.»

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