SEMANA XXV DEL TIEMPO ORDINARIO C-2016


LA AMBICIÓN Y LA GENEROSIDAD



Los profetas ya denunciaban el abuso de aquellas personas que solo vivían para conseguir riquezas, porque en muchos casos el querer conseguir riqueza significa pasar por encima unos de otros, en donde entramos en un mundo competitivo, y en toda competición tenemos que dejar gente atrás, incluso podemos caer en las trampas o las injusticias. Por eso es tan importante la ética del comportamiento, según los principios que tengamos seremos capaces de actuar de una manera o de otra, y esa forma de comportarse es conocer y cumplir la voluntad de Dios,

Cuando hablamos de riqueza tenemos que pensar no tan solo en lo que significa el dinero, es también el poder y la dominación de unos sobre otros, el que tiene dinero tiene poder y por lo tanto capacidad para dominar y que otros sean sus servidores. Tampoco tendríamos que por sistema apartar a aquellos que tienen riquezas o que lícitamente las pueden haber conseguido, será la forma de haberlo hecho y la utilización de la misma.

Ser usurero, valorar a las personas según su riqueza, su poder, su prestigio o su condición social no viene de Dios, al contrario viene del mal. Eso no quiere decir que no se deban respetar las distintas realidades queriendo unos pasar por encima de los otros, en ocasiones los más ricos aprovechándose de los más pobres y en otras los más pobres eliminando a los que tienen más, por envidia y por celos.

Se nos invita a pedir a unos por otros, por la igualdad social, por la no discriminación, porque los países más ricos no se aprovechen de los más pobres, porque nadie utilice la violencia para dominar y aterrorizar a los demás, porque no olvidemos que Dios quiere que todos los hombres se salven y alcancen la verdad, también los ricos, avaros, los violentos, que son en definitiva los engañados, los equivocados.

Y dentro de esta dinámica se nos propone una paradoja en el Evangelio al escuchar la parábola del administrador injusto, que al final es alabado por su astucia, pero no salvado hasta que se convierta.

No se puede servir a dos señores, no se puede servir a Dios y al dinero, que nuestra actitud sea de estar desapegado de las cosas del mundo y que las miremos y usemos como instrumentos que nos ha dado Dios para alcanzar la salvación nuestra y la de nuestros hermanos.


Javier Abad Chismol

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