NOS AMÓ HASTA EL
EXTREMO
Celebramos hoy un acontecimiento muy importante en nuestras
vidas, un acontecimiento que actualizamos cada año, hoy conmemoramos el amor
tan grande que ha tenido Dios con todos nosotros, un amor que llega hasta el
extremo, que llega a sus máximas consecuencias.
Hoy muchos empiezan un periodo vacacional, un tiempo de ocio
y de disfrute, muchos seguramente no sabrán bien incluso que es lo que estamos
celebrando, en muchos lugares hoy jueves santo ya no es ni siquiera fiesta.
Para muchos el acontecimiento más importante de estos días es
que comienza la primavera, el buen tiempo, y por lo tanto un momento ideal para
tomar el sol y para descansar. Seguramente la cuaresma habrá pasado también
completamente desapercibida, sólo se acordarán de la fiesta del carnaval y de
un botellón gigante para festejar el cambio de estación.
Cada vez más el jueves santo se parece a aquella reunión de
un grupo de hombres que se juntaron en una pequeña habitación para celebrar la
última cena, la última cena del Hijo de Hombre con sus discípulos, con sus
amigos, con su pequeño grupo de seguidores.
Hoy nos reunimos alrededor de la mesa del altar, para
compartir el pan bajado del cielo, el misterio más grande de amor que el Señor
ha dado a toda la humanidad, es el mismo Jesús que a través de las palabras de
la consagración del pan y el vino se convierten en su Cuerpo y en sus Sangre, y
se nos da a todos nosotros, pasa a formar parte de cada uno, es la culminación
máxima de amor. Al hacerse accesible a la humanidad nosotros nos configuramos
con Cristo, y es entonces cuando estamos capacitados para asemejarnos a Él,
para que se pueda cumplir en nosotros pobres pecadores, la llamada a la
santidad, a ser como Cristo y peregrinar por este mundo siguiendo las huellas
del Maestro, que se hizo uno como nosotros para acompañarnos hasta el Padre.
Tanto amo Dios al mundo que nos entregó a su único hijo, y
todo lo ha hecho por amor, Cristo a pesar de su condición divina no hizo alarde
de su categoría de Dios, se hizo uno más con nosotros, pero además lo hizo para
servir y amar a la humanidad entera hasta llegar hasta el extremo.
Se arrodillo ante sus discípulos para lavarles los pies, un
gesto de humildad y de servicio, y es que el Hijo del Hombre ha venido a servir
y no ser servido, ¿qué Dios se pone a servir? ¿qué amo de la casa sirve a sus
criados? Sólo aquel que es el verdadero amor y busca el triunfo en la salvación
de todos los hombres, que no quiere que ninguno de los que le ha dado el Padre
se pierda, es el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas.
Pedro se negó a que Jesús le lavara los pies, pero aun así,
Jesús le dijo con rotundidad, “si no te lavo los pies, no podrás contarte entre
los míos”, y Pedro afirmo con rotundidad que sí, que las manos e incluso la
cabeza.
Hoy conmemoramos y recordamos ese momento, la humildad del
Señor, su entrega, su servicio, y su disposición a hacer la voluntad del Padre.
Hoy vemos a un Jesús sufriente, esperando que se cumpla la
voluntad del Padre, Jesús sufre por nuestros pecados, por nuestra debilidad, y
está dispuesto a cargar con nuestros pecados. Él que no había tenido pecado va
a recoger los pecados de todos nosotros, se va a inmolar como el cordero de la
pascua de los judíos, es el paso de Dios por y para toda la humanidad, ¡que
amor tan grande!
Y es la sangre del cordero la que marca nuestras vidas,
nuestras casas, nuestros acontecimientos, es ahí donde se encuentra la grandeza
del Jueves Santo, es lo que celebramos hoy con gozo pero tristeza. Hoy
contemplamos a un Jesús en el Huerto, sudando gotas de sangre, llorando, vemos
al ángel del Señor ofreciéndole el cáliz de la salvación y de la redención,
escuchamos al Jesús hombre, un Jesús sufriente que le pide al Señor que si el
posible que pase este cáliz de amargura, un dolor que entrega hoy por todos
nosotros, él es “el cordero de Dios que quita el pecado del mundo, dichosos los
que están invitados a la Cena del Señor”.
Hoy nos consideramos indignos hijos tuyos, viendo nuestro
pecado y nuestra miseria, no nos vemos dignos de que el Señor entre en nuestro
interior, en nuestra casa, pero sabemos que solo un gesto, una palabra nos
salvará y nos dará la gracia de la verdadera alegría y de la salvación.
Hoy vamos a vivir y a actualizar esos grandes misterios, la
humildad del Señor para darse por nosotros, para que con el gesto del lavatorio
de los pies lave nuestro pecado, nuestras idolatrías, nuestras miserias,
nuestras dudas y prejuicios, hoy le dejamos al igual que Pedro que nos lave
aunque no lo entendamos, pero no importa porque eso es la fe y la confianza.,
es la figura del sacramento del Bautismo.
Celebramos también que nos da su Cuerpo y su Sangre, nos da
la Eucaristía, y nos hace estar en Comunión el Señor todos los días de nuestra
vida, hoy compartimos ese momento con el Señor porque queremos ser contado
entre sus amigos y seguidores.
Y por último, le acompañamos a Jesús en el Monte de los
Olivos, contemplamos a unos discípulos que se duermen que no saben estar
vigilantes al igual que nos ocurre a nosotros, porque no somos capaces de estar
atentos, que abandonamos a Jesús porque tenemos muchos quehaceres y cosas que
nos despistan. Hoy sentimos esa llamada a estar vigilantes porque no sabemos ni
el momento ni la hora.
Acompañemos a Jesús en el misterio del amor, acompañemos a
Jesús en su camino del calvario, compartamos esos mismos sentimientos que se
reavivan en nosotros, y que nos recuerdan que Cristo se entregó por nosotros y
nos amó hasta el extremo.
Javier Abad Chismol.
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