HACED LO QUE EL OS DIGA
II Semana del Tiempo
Ordinario (C-2016)
El Señor viene a nuestro rescate, viene a sacarnos de nuestro
vacío, de nuestra incredulidad e incluso de nuestra prepotencia al querer
superar lo insuperable en ausencia de Dios. Todos verán nuestra liberación,
todos los pueblos de la tierra, porque el Señor ha estado grande con nosotros,
porque nos ha mostrado el camino, es la alegría de los esposos cuando deciden
emprender un camino en común, es la alegría de un buen proyecto laboral de
futuro, es en definitiva poder afirmar que mi vida tiene sentido, que me han
quitado el lastre del absurdo de mi existencia, porque decir si a Dios, es
cumplir su voluntad y caminar hacia un mundo nuevo.
Nos ponemos en ese camino en donde todos nosotros descubrimos
para que hemos sido creados, toda criatura, todo ser, necesita saber el sentido
de su estar, de su vivir, y eso es lo que hace el Señor, nos descubre la misión
que tenemos cada uno de nosotros en esta vida, esa es la grandiosidad de la
fuerza del Espíritu, que nos revela para que hemos sido creados, que aviva nuestras
capacidades y nuestros carismas, descubrimos que tenemos dones regalados por
Dios que son para construir ese mundo nuevo del que hablábamos, es la alegría
del que da en gratuidad y servicio. Solo en la profundidad de nuestra
experiencia de Dios, en nuestras vidas podremos descubrir lo que nos ama Dios,
y como somos capaces de hacer cosas muy grandes, grandiosas, porque si, Dios
nos ama y quiere nuestra plenitud y para ello nos da la fuerza del Espíritu
Santo que habita en todo hombre desde el bautismo. Por eso hoy recibimos la
llamada extraordinaria de no malgastar nuestros carismas, a no esconderlos por
temor, por comodidad o por egoísmo, seamos generosos y esa será nuestra
verdadera liberación.
En esa llamada, en esa invitación, pongamos en camino, obedezcamos
los mandatos de Jesús, hoy cumplimos en nosotros las palabras de María que nos
dirige a todos nosotros; HACED LO QUE EL OS DIGA. Hoy somos esos invitados a la
boda de Cana, llamados a degustar el vino que nos ofrece el Señor, ese es el
gozo a la alegría, a la fiesta gozosa, es el gozo y la alegría de los
enamorados que comparten su amor con sus amigos y seres queridos, esa debe ser
nuestra actitud, el Señor nos dará lo mejor, avivará nuestros carismas, nos
dará ilusión por seguir, a pesar de la dificultad y del absurdo del mundo,
porque sabemos que estamos entrando en el gran banquete del amor, de la
solidaridad, de la entrega total, hoy convierte nuestra agua insípida, nuestra
vida sin sentido, en el mejor vino, en la mayor ilusión de esperanza que
debemos compartir con todos los hombres, seguimos las palabras de María,
obedezcamos y el Señor hará obras grandes en nosotros.
Javier Abad Chismol
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