EL PODER DE LA RIQUEZA



ORAR CON LAS MANOS ALZADAS Y LIMPIAS

El Señor nos pide un corazón puro, un corazón que no sea esclavo de las cosas de este mundo.  El afán de las riquezas sólo lleva a querer desear más y más, y es que, el corazón del hombre cuando se quiere llenar de dinero y el poder, no encuentra límite, no puede el hombre saciarse de aquello que sólo lleva a una codicia que no tiene tope ninguno, sólo la generosidad y el desprendimiento salva lo más profundo que tenemos en nuestro ser.

Para ello el Señor nos pide que seamos pobres, pobres en cuanto somos seres necesitados de Dios y por nuestra condición también de los bienes de este mundo, aceptemos nuestra condición de pobreza, y que sólo el Señor nos revelará donde se encuentra nuestra verdadera riqueza y por lo tanto de que tiene que llenarse nuestro corazón.

Para servir a Dios por encima del dinero y del poder es necesario orar con las manos alzadas y limpias de ira y de divisiones, las cosas de este mundo dividen y enfrentan a las personas hasta destruirse en muchos casos.

Los profetas, Jesús y los apóstoles denunciaron el afán por las riquezas. Así el profeta Amós recrimina la corrupción de su tiempo. El amor al dinero y al poder llevar a cometer grandes injusticias, cuyas víctimas casi siempre son los pobres.

Jesús quiere que descubramos la verdadera libertad que nos permite no ser esclavos de nuestros instintos primarios, que se agudizan con la ausencia de Dios.

Por eso tenemos que ser astutos y servirnos de las cosas de este mundo para el bien, nunca para dejarnos llevar por el mal, que nos seduce para tener más y más sin importarnos las consecuencias y lo que podamos perjudicar a los demás y a nosotros mismos.

Astucia e inteligencia que emana del amor de Dios que nos permite ser verdaderamente libres.

Javier Abad Chismol. 

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