OBEDECER LA VOZ DEL SEÑOR
Estamos llamados a obedecer la voz del Señor, somos sus
hijos y estamos llamados por amor a alcanzar la plenitud en nuestra vida.
Obedecer los mandatos de Dios es querer decir que queremos ser libres de
verdad, que no queremos ser esclavos del pecado, de las tentaciones y de todas
las seducciones del mal.
Convertirnos al Señor no solo de palabra o de intención,
hacerlo con todo el corazón y con toda el alma. Lo que se nos propone está a
nuestro alcance, no es una utopía, es creer y confiar que el Señor cambiará
nuestro corazón aunque nos veamos torpes y perdidos, por lo tanto hagamos que
la Palabra del Señor se haga realidad en nuestras vidas.
Dios se nos hace visible a través de su Hijo, es la parte
visible del Dios invisible, es el mediador de todo, por Él llegamos al Padre y
por Él alcanzamos la salvación, pues el carga con nuestras culpas y suple
nuestro pecado. Cristo se manifiesta también en su Iglesia, a través de los
sacramentos y del estudio de la Palabra.
Todos queremos alcanzar la felicidad, trascender nuestra
vida, llegar a lo más alto que puede llegar el ser humano, pero, ¿Dónde se
encuentra? ¿Quién la encontrará? Es fácil, ama a Dios y al prójimo como a ti
mismo, y ¿Quién es mi prójimo? Es el que está a tu lado, tu próximo, aquel que
tienes cerca y que ni siquiera le has preguntado su nombre, aquel que ves todos
los días y ni tan siquiera saludas, aquel que me necesita y yo no me percato
porque estoy demasiado pendiente de mí mismo.
El buen samaritano es aquel que se da cuenta de la
injusticia del mundo, del mal que produce el pecado, aquel que reconoce al
maligno y es capaz de hacerle frente, dándole igual lo que piensen los demás,
hoy nos preguntamos ¿Quién es nuestro prójimo? ¿Quién necesita de nosotros?
Ayudar al prójimo es colaborar en la construcción de una sociedad que crece y
se fundamenta en el amor.
Javier Abad Chismol
Comentarios
Publicar un comentario