TE HAGO LUZ DE LAS
NACIONES
El profeta es la boca de Dios, el profeta es el enviado, es
aquel que acepta su misión en la vida, aquel que es capaz de ir contra todo lo
establecido, incluso de su propia gente, porque para el profeta tiene sentido
de verdad el cumplimiento más importante del amor a Dios sobre todas las cosas,
ahí se cumple la radicalidad del seguimiento al Señor.
No es que el profeta quiera, siempre está la resistencia
humana, ¿Quién quiere ponerse en contra a los suyos? ¿Quién está dispuesto
incluso a perder la vida? Pero nadie puede frenar la labor del profeta, aunque
materialmente lo destruya o lo haga callar, la verdad se impone porque el
hombre no es capaz de callar a Dios, solo puede huir de él, negar la verdad y
en consecuencia destruirse porque niega a su creador.
En el camino de perfección, el Señor nos quiere mostrar un
camino mejor, un camino que nos lleve a la plenitud, aspiremos al amor, a la
caridad, a morir a nosotros mismos, las características del amor nos superan,
como le supera al profeta su misión, pero no por ello no nos debemos poner en
camino, debemos vencer los miedos, nuestros límites, nuestros egoísmos, y de
esta manera seremos capaces de entender el amor, el verdadero, el
incondicional, el que vale para todas las cosas y situaciones de la vida, esa
es la autenticidad del Evangelio, ese amor en grado de perfección solo es
posible con la fuerza que viene de lo alto, del Espíritu Santo. Sin amor no
somos nada, todas las cualidades, virtudes y dones se convierten en nada, en
vanidades y en perdición, el amor que nos lleva a la fe ya la esperanza de que sea
el Señor el que hace la obra buena en nosotros.
Hoy se cumple la Escritura en nosotros, hoy se nos presenta
el Señor ante nuestros ojos, hoy todo tiene sentido, hoy también somos a veces incrédulos,
no reconocemos al Profeta, como a Jesús que lo rechazaron en su tierra, abramos
el oído y pongamos al Señor como luz para las naciones.
Javier Abad Chismol
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