EL QUE SE HUMILLA SERÁ
ENSALZADO
El Señor ama lo pequeño, lo sencillo, lo humilde, tiene una
predilección especial por los pobres, por aquellos que parecen los más
insignificantes ante los hombres, ante el mundo, esa es la grandeza del Señor,
hacer grande lo pequeño, ensalzar al humilde y empequeñecer al soberbio y
poderoso.
La lógica del Reino de Dios, va en contra de toda la lógica
del mundo, un mundo que busca la grandeza, el poder y los grandes signos, pero
el Señor rompe esa lógica basada en el poder y en el control de todo, el Señor
nos da a entender que sin Él no podemos nada, y que nuestra fuerza aparente es precisamente
nuestra debilidad, porque en nuestra prepotencia está nuestra derrota y nuestra
perdición por la tentación del mal que nos lleva a creernos autosuficientes.
Nuestra existencia corporal es precisamente la que nos aleja
de Dios, la que no nos permite estar cerca de Él, pero tenemos que caminar
hacia el Señor con confianza de que cuanto más cerca estemos de Él más fácil será
nuestra salvación y por lo tanto nuestra plenitud.
Al sentirnos alejados del Señor pedimos la confianza para
salir de la prisión que es nuestro cuerpo y el pecado, eso es precisamente la
fe y la confianza, dos virtudes fundamentales para no quedar atrapados en
nuestra pobre condición terrena.
El ser humano es la semilla puesta en la tierra que va
creciendo, que incluso no se ve, porque solo vemos lo exterior y lo atrayente,
el grano crece por la fertilidad del suelo, a veces no hay que hacer nada,
depende solo de la tierra. Pero el trabajo del Señor crece, se convierte en
algo grandioso, pero para eso tenemos que dejar llenarnos por la paciencia
divina y nuestra confianza plena en el Señor y en la venida del Reino de Dios.
Javier Abad Chismol
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