Semana XI Tiempo Ordinario (B)


EL QUE SE HUMILLA SERÁ ENSALZADO


El Señor ama lo pequeño, lo sencillo, lo humilde, tiene una predilección especial por los pobres, por aquellos que parecen los más insignificantes ante los hombres, ante el mundo, esa es la grandeza del Señor, hacer grande lo pequeño, ensalzar al humilde y empequeñecer al soberbio y poderoso.
La lógica del Reino de Dios, va en contra de toda la lógica del mundo, un mundo que busca la grandeza, el poder y los grandes signos, pero el Señor rompe esa lógica basada en el poder y en el control de todo, el Señor nos da a entender que sin Él no podemos nada, y que nuestra fuerza aparente es precisamente nuestra debilidad, porque en nuestra prepotencia está nuestra derrota y nuestra perdición por la tentación del mal que nos lleva a creernos autosuficientes.
Nuestra existencia corporal es precisamente la que nos aleja de Dios, la que no nos permite estar cerca de Él, pero tenemos que caminar hacia el Señor con confianza de que cuanto más cerca estemos de Él más fácil será nuestra salvación y por lo tanto nuestra plenitud.
Al sentirnos alejados del Señor pedimos la confianza para salir de la prisión que es nuestro cuerpo y el pecado, eso es precisamente la fe y la confianza, dos virtudes fundamentales para no quedar atrapados en nuestra pobre condición terrena.
El ser humano es la semilla puesta en la tierra que va creciendo, que incluso no se ve, porque solo vemos lo exterior y lo atrayente, el grano crece por la fertilidad del suelo, a veces no hay que hacer nada, depende solo de la tierra. Pero el trabajo del Señor crece, se convierte en algo grandioso, pero para eso tenemos que dejar llenarnos por la paciencia divina y nuestra confianza plena en el Señor y en la venida del Reino de Dios.
Javier Abad Chismol


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