Creemos en la manifestación del Señor a todos los pueblos, a
toda la humanidad, y lo hacemos con la seguridad y con la firmeza de que el
Padre nos amó desde el principio de los tiempos, que se renueva un plan salvífico
de toda la humanidad en su conjunto a lo largo de toda la historia y también en
la concreción de nuestra persona, es decir de todos los individuos. Hablamos de
un amor personal que se basa en la unidad, la llamada y el amor de un Dios que
quiere nuestra salvación y que salgamos de las tinieblas del error.
Moisés llevó en las manos las Tablas de la Ley, los mandatos
divinos, aquellos actos y actitudes que en su incumplimiento nos alejan del
amor de Dios y que por lo tanto corrompen al hombre, no son normas caprichosas,
o características sin sentido de un grupo o un colectivo, es mucho más que eso,
es la inscripción a fuego que tenemos depositada en nuestra conciencia y que es
de necesario cumplimiento si queremos liberar nuestra alma de la corrupción de
nuestra existencia terrenal, manchada por el pecado original y necesitada
continuamente de purificación.
En el Dios del Antiguo Testamento, el Dios de Moisés vemos
con claridad la existencia de un Dios en cierto modo lejano, pero que se hará
cercano cuando se encarne en nuestra condición humana para hacerse próximo a
todos nosotros, y de esta manera vemos en Jesús la posibilidad real del
cumplimiento de los mandatos, y no solo normas, si no posibilidad real de poder
llevar un estilo de vida diferente, el estilo de vida de Jesús, manifestado en
los dichos y en los hechos del Hijo de Dios obediente y sufriente a la voluntad
del Padre por puro amor y por pura entrega, llevando así a término la norma
suprema, su característica vital del cristiano que es la caridad.
Encontramos así la comunión basada en el amor, en el Padre
creador de todo, en la venida del Hijo de Dios, y en la donación que se nos
hace del Espíritu Santo, familia de amor de un único Dios manifestado en tres
personas, Dios nos ama y nunca nos deja de la mano, no nos deja solos porque
nos marca el camino que trasciende nuestra vida carnal y temporal para llevarla
a la vida eterna.
Javier Abad Chismol
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